grabados rupestres

donde se unen la tierra y el cielo

donde se unen la tierra y el cielo
En La Palma, la arqueología y la astronomía han cruzado las miradas, unos al suelo y otros al cielo, para coincidir en una misma dirección, interrelacionando las observaciones hasta confirmar la importancia de los atros entre los antiguos habitantes de Benawara.
“adoraban al Sol, la Luna y otros planetas” (Alvise Ca’da Mosto, 1455-1457)

"Quienes tratan de interpretar símbolos en sí mismos miran la fuente de luz y dicen:"no veo nada". Pero la fuente de luz está ahí no para que se la mire a ella, sino para que se mire y vea lo que ella ilumina. E igual pasa con el simbolismo" (Dan Sperber).





martes, 23 de septiembre de 2008

Los grandes espacios sagrados de Garafía

Desde muy temprano los awara que llegaron a la isla de La Palma encontraron en la zona noroeste un espacio adaptado a su visión religiosa, estableciendo una relación palpable entre el cosmos, representado por sus astros y estrellas mayores, y la montaña. El topónimo Garafía hace referencia a roque o montaña en altura y alta; en concreto, al techo de la Isla, el Roque de Los Muchachos.
Conocidos sus principales lugares sagrados, podemos diferenciar tres grandes zonas o franjas especialmente míticas: 1.- Baja (color azul). Situada sobre los acantilados costeros, entre los 200 y los 400 m s n m, encontraron numerosas rocas sobre las que tallaron sus símbolos sagrados al presentar caras que miraban y coincidían con las salidas y puestas de Sol durante los solsticios. Destaca el entorno de Santo Domingo con numerosas muestras de petroglifos y algunos canales y cazoletas como las de Domingo Díaz y Fernando Porto.
2.- Media (color blanco). Se despliega entre los 900 y los 1.000 m de altitud, sobresaliendo las impresionantes estaciones rupestres de La Zarza y La Zarcita, entre otras.
3.- Superior (color verde). Alcanza unas cotas que discurren entre los 2.000 y los 2.400 m s n m. Es el espacio más sobresaliente, el último escalón entre lo terrenal y lo celestial, lugar de encuentro entre los humanos y los dioses. Destacan, por encima del resto, los amontonamientos de piedras rituales. Aquí se encuentran los santuarios más importantes de la Isla: Las Lajitas y marcador de Cabeceras de Izcagua.
La catedral de los awara: Las Lajitas. Lugar de religación entre los tres elementos que intervienen en el ritual sagrado que une a los hombres con los dioses: amontonamientos de piedras, la montaña y el Sol y/o la Luna.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Los awara, los adoradores del Sol

La religión en la antigua Benawara resulta difícil de entender tal y como hoy concebimos el término. Se basa en creencias conectadas unas con otras y en una concepción fundamental de la divinidad. No deberíamos hablar solo de creencias, sino también de cultos. No existe una literatura sagrada, como en las religiones modernas, que explique todos los procesos, desde la creación.
Venimos recalcando lo que demostramos hace ya unos años referente a la proyección cósmica de los yacimientos prehistóricos que se dispersan por toda la Isla, destacando un culto al Sol, registrado en pequeñas citas por los primeros aventureros, conquistadores y viajeros que visitaron estas tierras hace más de 500 años.
Egipto, todo el norte de África y las Islas Canarias, entre muchos otros territorios de este mundo, son tierras de Sol por lo que no es de extrañar el culto que se le reverenciaba como fuente de vida y de existencia. El Sol es un dios de regulares hábitos. Los festivales solares tienen por lo general una naturaleza que se ajusta al calendario, celebrando fechas significativas tales como el primer día de la primavera, del verano, del otoño o del invierno. Están caracterizados por actividades que en cierta medida imitan la conducta del Sol. Se despliegan los símbolos solares y se encienden fuegos.
Para trazar un esbozo aproximado hipotético de una concepción prehistórica del tiempo, podemos retroceder al paleolítico donde los cazadores-recolectores reconocieron en el cielo los fenómenos de los ciclos lunar/solar y lograron conectarlos a su propio ritmo de vida y el del entorno. Los espacios de tiempo para sus actividades económicas (siembra, cosecha, cría de ganado…) y las obligaciones religiosas en empatía con los marcadores de cambio y renovación en líneas generales fueron establecidos. Eran conscientes de todos los ritmos de la naturaleza.
Las manifestaciones de los seres humanos cuando quieren comunicarse con sus dioses adquieren una variedad asombrosa e interminable en cada rincón del Planeta. Las religiones de Mesopotamia, de la península de Anatolia, de Asia Menor, de la península Arábiga, de Egipto, gran parte de Europa y América, entre otras, adquieren evidentes connotaciones astrales, nacidas de unos conocimientos astronómicos incipientes. En muchos casos recientes, los especialistas publican en libros, actas de congresos, conferencias, cátedras, así como en las revistas y periódicos más científicos y prestigiosos del mundo, descubrimientos de espectaculares centros ceremoniales, de ruinas sobre hipotéticos observatorios astronómicos y, en pocos de estos casos, nos han mostrado las pruebas fotográficas o videográficas de los momentos cruciales. Sin embargo, en la isla de La Palma, podemos mostrar todo el material filmográfico de los fenómenos arqueoastronómicos recogidos y almacenados durante varios años en los momentos de los solsticios y los equinoccios. Con esta prueba irrefutable, estamos seguros que las investigaciones prehistóricas en la isla de La Palma comienzan a revelarnos el significado de algunos de aquellos lugares que servían a la vez como observatorios, en los que tomaban referencias para elaborar su calendario astronómico, y como auténticos santuarios donde probablemente escenificaban rituales de carácter cósmico. Esto viene a demostrar el profundo sustrato religioso de un grupo de hombres y mujeres que se abrumaron con el Sol. Su deseo era adorar a Abora.