grabados rupestres

donde se unen la tierra y el cielo

donde se unen la tierra y el cielo
En La Palma, la arqueología y la astronomía han cruzado las miradas, unos al suelo y otros al cielo, para coincidir en una misma dirección, interrelacionando las observaciones hasta confirmar la importancia de los atros entre los antiguos habitantes de Benawara.
“adoraban al Sol, la Luna y otros planetas” (Alvise Ca’da Mosto, 1455-1457)

"Quienes tratan de interpretar símbolos en sí mismos miran la fuente de luz y dicen:"no veo nada". Pero la fuente de luz está ahí no para que se la mire a ella, sino para que se mire y vea lo que ella ilumina. E igual pasa con el simbolismo" (Dan Sperber).





sábado, 31 de octubre de 2009

Muerte y vida en la cosmovisión awara

Como el Sol que se oculta y renace diariamente, el ciclo de la muerte se funde con el de la naturaleza. El individuo no sólo es un cuerpo, sino una vinculación a unos estrechos componentes espirituales más complejos. Por eso, para lograr llegar al Más Allá, deben ser objeto de una serie de rituales que garanticen su integridad y el soñado tránsito. La mayoría de los pueblos tribales creen que los espíritus de sus muertos siguen viviendo. Estos muertos vivientes se relacionan con los que aun están en este mundo. Los vivos deben honrar a los espíritus ancestrales, pueden contar con su protección y guía y confiar, sobre todo, en que aceptan sus oraciones y las transmitan a los poderes superiores. Los muertos necesitan de los cuidados y las ofrendas de los vivos, mientras que éstos pueden ver afectada su existencia de manera favorable -la protección de sus antepasados-, o perjudicial -espíritus malignos y fantasmas- por la influencia de aquellos. El primitivo, por lo general, cree en la supervivencia de los muertos. A su modo de ver, el hombre al morir cesa de tomar parte del grupo de los vivos pero no deja de existir. Pasa simplemente, de este mundo a otro en donde continúa viviendo más o menos tiempo en nuevas condiciones. El individuo muere y subsiste. Separado de la sociedad de los vivos, forma parte entonces de otro grupo, el de los muertos de su familia o de su clan, en donde es, más o menos, bien acogido. Están dotados de una vida y de una potencia sobrehumana que les permite salir de sus pueblos subterráneos e influenciar para bien o para mal la naturaleza, los hombres, animales, plantas. La cueva ha sido el primer abrigo natural, la primera casa, el primer refugio para vivos y muertos. Es el lugar donde reposan los huesos de los antepasados awara. Ellos dieron sepultura a sus muertos en cuevas naturales, tanto próximas como lejanas a sus lugares habituales de habitación. Los yacimientos funerarios intactos son escasísimos, producto de una intensa expoliación histórica, unos movidos por el aprovechamiento del polvo que producen los huesos desintegrados o machacados como abono -denominadas cuevas del polvo-, así como las excavaciones realizadas por científicos y arqueólogos desde el XIX hasta la actualidad, el acopio de cadáveres y momias para los museos peninsulares y extranjeros, y las más recientes acciones que han sacado material por simple curiosidad o intención de rescatar piezas y que, con el paso del tiempo, desaparecen o pasan a formar parte de estanterías y vitrinas particulares.
De la posición de los cadáveres también pueden hacerse deducciones significativas. Es evidente que la dirección dada a los cuerpos está estrechamente relacionada con cuestiones de carácter religioso, inmerso dentro de su propia cosmovisión. Muchos aparecen depositados en el suelo sin que aparentemente haya una intención consciente, pero también están los que fueron orientados premeditadamente hacia el este o el oeste. En este sentido, existe todo un sustrato en el norte de África que refleja una orientación preferente de los monumentos funerarios, tanto en las puertas como tragaluces, hacia el solsticio de invierno y los equinoccios. Uno de los mejores ejemplos los encontramos en las tumbas de Cerdeña, Sicilia, en los hipogeos púnicos-fenicios o los hawanat norteafricanos (tumbas excavadas en la roca) orientadas hacia el E-S. Es difícil encontrar un fundamento categórico, pero es probable que cuando miran hacia el oriente se relacionen con el nacimiento del día, y por lo tanto con la idea de resurrección; y que cuando se dirigen a occidente respondan a la idea de que este lugar, por donde se oculta el Sol, se consideraba ya la morada de los muertos. Esta tendencia ancestral la encontramos con toda su vigencia en la tradición cristiana, tanto en la orientación de sus templos como en los cuerpos que se sepultaban en su suelo: la cabeza hacia el este y los pies hacia el oeste. El Sol se convierte en el prototipo del muerto que resucita todas las mañanas.
Algunos arqueólogos como José C. Cabrera, Mª Antonia Perera y Antonio Tejera coinciden en señalar la estrecha conexión existente en diversas culturas entre el culto a los antepasados y el culto solar. Concretamente, para la isla de Tenerife, Antonio Tejera concluye que los guanches creían que sus ancestros iban a reunirse con el Sol, los espíritus de sus antepasados acompañaban al Sol en su trayecto diario. Es innegable algún tipo de nexo entre el Sol con el rol que en su cosmovisión desempeñarían sus ancestros.
En el Norte de África, la astrología y el culto al Sol son inseparables de una exacerbada veneración por los antepasados. Aunque es un hecho universal, obedece a la relevancia que los antiguos africanos asignaban al disco solar, como símbolo del renacimiento cotidiano, de la regeneración estacional, representando la encarnación plena de la inmortalidad con su retorno diario, en el que se ve acompañado por los difuntos, que vuelven cada día para favorecer a sus familiares vivos. Así mismo, no fue una casualidad que el gran Alejandro Magno peregrinase, recorriendo 500 kilómetros por el desierto, hasta llegar al oasis de Siwa -Egipto- para ser investido divinamente en ese oráculo líbico donde estaba la fuente del Sol.

jueves, 22 de octubre de 2009

Los grabados rupestres más altos de La Palma

Presentamos las tres estaciones de grabados rupestres que se encuentran a mayor altitud. Se localizan en los alrededores del Roque de Los Muchachos, entre los 2.376 m y los 2.386 m.


domingo, 11 de octubre de 2009

Actualización de datos en el complejo de arte rupestre de La Zarza-La Zarcita (Garafía)


Después de unos años de mejor perfeccionamiento en nuestra forma de trabajar la Prehistoria de La Palma, después de superar algunas lagunas en el manejo de la tecnología y, a pesar de presenta una gran dificultad diferenciar, en el santuario de La Zarza, algunos paneles de otros porque están prácticamente unidos, cotejamos unos 39, situados en ambos márgenes del caboco. Advertimos que las orientaciones de los paneles en estos lugares son bastante complicadas por lo encajonado de los barrancos y la abundante vegetación. No obstante, podemos distinguir perfectamente las diferentes intencionalidades en ambos márgenes del barranco, incluyendo como novedad la orientación equinoccial. Así, en el costado derecho, los grabados rupestres buscan una intencionalidad de orientación hacia el lugar aproximado por donde se pone o se esconde el Sol del invierno (3 paneles), al ocaso del verano (3 paneles) y a la zona de los equinoccios (1 panel). El grueso de los motivos se sitúa en el costado izquierdo, coincidiendo con los amaneceres del verano (18 paneles) y del invierno (10 paneles).
La Zarcita se sitúa a 500 m al noroeste del anterior, prácticamente en la misma cota. Existen dos estaciones diferenciadas, situadas a ambos costados del Barranco de La Zarcita, a las que designamos los calificativos de La Zarcita I y La Zarcita II.
- La Zarcita I (margen derecho) contiene dos paneles formados por una espiral y espiral con meandros orientados al Sol del invierno y a los equinoccios, respectivamente.
- La Zarcita II (margen izquierdo) predominan los motivos meandriformes y unas pocas espirales. En total son 20 paneles, de los cuales 13 buscan la posición por donde sale el Sol durante el verano, 5 el Sol del invierno y 2 los equinoccios.