grabados rupestres

donde se unen la tierra y el cielo

donde se unen la tierra y el cielo
En La Palma, la arqueología y la astronomía han cruzado las miradas, unos al suelo y otros al cielo, para coincidir en una misma dirección, interrelacionando las observaciones hasta confirmar la importancia de los atros entre los antiguos habitantes de Benawara.
“adoraban al Sol, la Luna y otros planetas” (Alvise Ca’da Mosto, 1455-1457)

"Quienes tratan de interpretar símbolos en sí mismos miran la fuente de luz y dicen:"no veo nada". Pero la fuente de luz está ahí no para que se la mire a ella, sino para que se mire y vea lo que ella ilumina. E igual pasa con el simbolismo" (Dan Sperber).





lunes, 21 de junio de 2010

Las primeras referencias escritas sobre la antigua religión astral en la isla de La Palma


En La Palma no es un hecho insólito la existencia de elementos sagrados. El original sistema desarrollado fue capaz de integrar las hierofanías (conjunto de formas existentes en el mundo a través de las cuales se manifiesta lo sagrado) elementales. Se trata de un procedimiento construido en base a una experiencia lógica simbólica. Y todas esas referencias en la isla de los awara nos conducen al cielo, dispuesto para revelar lo sagrado.
Plinio (escritor, científico, naturalista y militar romano) vivió en el siglo I. Es muy probable que no estuviera en las Islas Canarias, sin embargo consiguió testimonios de fuentes directas a los que dio forma y sentido, a expensas de cometer errores. Fue el primer autor clásico que reconoce la presencia de pobladores en la isla de La Palma y la existencia de un monumento dedicado a una deidad: “alteram insulam Iunoniam appellari, in ea aediculam ese tantum lapide exstructam”, traducido por J. Álvarez Delgado de la siguiente manera: “La segunda isla se llama Junonia y en ella solo hay un pequeño templo erigido en piedra”. Está dedicado a la diosa Juno, la más grande de todas las diosas, formaba parte de la triada capitolina romana (Júpiter, Juno y Minerva) y se representaba como una gran señora, a veces con un cetro.
Las siguientes menciones sobre las creencias de los antiguos habitantes de La Palma se remontan al siglo XIV. Nada más y nada menos que dos cabezas de la Iglesia, los Papas Clemente VI (bula del 1344) y Urbano V (bula del 1369) demostraron con contundencia la existencia de un culto astral entre los aborígenes canarios.
El Papa francés Clemente VI nació en 1291 y fue elegido Papa el 7 de mayo de 1342 en Avignon. Alrededor de 1344, concedió la soberanía de las Islas Canarias al Príncipe de Castilla, Luis de la Cerda, con la condición de que ningún otro gobernante cristiano hubiera adquirido el derecho a su posesión. El nuevo soberano, a quien se le otorgó el título de Príncipe de Fortunia, accedió a introducir el cristianismo en las islas y a pagar tributo a la Santa Sede. La muerte de Luis de la Cerda dejó el Principado en proyecto.
En septiembre del año 1369 el Papa Urbano V hizo pública una bula en la que alentaba la llegada de religiosos a Canarias con el fin de convertir a la fe de Cristo a los infieles canarios. En la Bula “Ad hoc Semper” podemos encontrar la fantástica afirmación de que eran “adoradores del sol y la luna”.
Es imposible entender las antiguas culturas sin sus dioses estelares o es que acaso ¿mintieron los antiguos textos mesopotámicos cuando hablan de las estrellas como dioses? ¿Nos timaron también los escribas y sacerdotes egipcios? ¿Son falsos los códices mayas que relacionan su existencia con las estrellas? ¿Nos engañaron griegos y romanos al crear una mitología estelar? ¿Nos traicionó Herodoto cuando afirmó que los libios adoraban al Sol y a la Luna? ¿Es una burla del veneciano Alvise Ca’da Mosto especificar que los canarios adoraban al Sol, la Luna y otros planetas? ¿No dijo la verdad Valentín Fernández en 1505 al esbozar que los nativos canarios adoraban unos al Sol, otros a la Luna y otros a las estrellas? ¿Falsean actualmente los tuareg cuando consideran y veneran a los astros como sus principales divinidades? Según René Basset (1910), además de las montañas, rocas, cuevas y ríos, los bereberes también adoraban las estrellas y, en primer lugar el Sol. ¿Es casualidad que los antiguos templos del mundo o las catedrales, iglesias y ermitas cristianas adopten un plano de eje E-O, Sol naciente-Sol poniente? Cualquiera lo puede comprobar con una simple brújula.
Lo indican los textos antiguos y lo exteriorizan los yacimientos prehistóricos de la isla de La Palma. La organización del espacio, desde tiempos inmemoriales, depende de los puntos de orientación establecidos. En La Palma, esos puntos son las posiciones extremas del Sol (solsticios) e intermedias (equinoccios) en más del 99 % de los casos; la Luna, la estrella Canopo y la topografía sagrada en menos del 1 %. Estos axis fueron elegidos mayoritariamente como punto de encuentro, intermediario entre el espacio humanizado (yacimiento prehistórico) y la posición de los astros en los tiempos establecidos. Espacio y tiempo en un conjunto coherente dentro de un sistema solidario.
La Voz de La Palma, junio 2010.

viernes, 28 de mayo de 2010

El rol social de la mujer canaria en la antigüedad

Como norma general, las sociedades con religiones monoteístas fueron patrilineales, emplazando a un segundo plano a la mujer, muchas veces valoradas igual o peor que los animales. Sin embargo, en el pasado más ancestral, el papel de lo femenino alcanzaba tintes de sacralidad como portadora de la fecundidad y de la vida.
Si nos acercamos a las Islas Canarias, entre los bereberes norteafricanos y canarios, a pesar de que los hombres son los que participan en los principales actos y rituales religiosos, las mujeres son muy respetadas por su relación con los dioses. Por ejemplo, son las que predicen el futuro leyendo en las manos, en las nubes o en las plantas. La etnografía comparada nos muestra que también ocurre en muchos pueblos originales e incluso entre las naciones avanzadas. Los matrimonios son monógamos pero existe la separación. La mujer canaria es muy fuerte física y mentalmente, da la filiación, transmite la sabiduría popular, la literatura oral y la artesanía lo que la convierte en pilar de la tradición y la cultura. La mujer amazigh suele ser la depositaria de las técnicas artesanas fundamentales de la vida cotidiana, como la cerámica, la cestería o el tejido de esteras de hojas de palma. No llevan velo y muchas de ellas todavía mantienen viva la costumbre milenaria de llevar tatuajes en el rostro, las manos o los pies, los cuales tienen su código simbólico referido al status social. Las fuentes literarias antiguas canarias recogen claramente el papel destacado de las mujeres aborígenes. En Fuerteventura, Leonardo Torriani aporta algunos detalles sobre la función de las mujeres en la antigua sociedad amazighe. Tibiabin era considerada una mujer fatídica y de mucho saber, quien, por revelación de los demonios o por juicio natural, profetizaba varias cosas que después resultaban verdaderas, por lo cual era considerada por todos como una diosa y venerada y gobernaba las cosas de las ceremonias y los ritos, como sacerdotisa. Tamonante regía las cosas de la justicia y decidía las controversias y las disensiones que ocurrían entre los poderosos o principales de la Isla.
En Gran Canaria, Abreu Galindo expone que entre las mujeres canarias había muchas como religiosas, que vivían con recogimiento y se mantenían y sustentaban de lo que los nobles les daban, cuyas casas y moradas tenían grandes preeminencias; y se diferenciaban de las demás mujeres por sus pieles largas que arrastraban por el suelo, y eran blancas. Las llamaban magadas. Cuando faltaban los temporales, iban en procesión, con varas en las manos, y las magadas con vasos de leche y manteca y ramos de palmas. Marchaban a las montañas de Tirmac y Umiaya y allí derramaban manteca y leche, hacían danzas y bailes y cantaban endechas en torno de un peñasco; y de allí iban a la mar y daban con las varas en el agua con gritos de júbilo.
En La Palma, Abreu Galindo afirma que las mujeres awara no eran de menos corpulencia que los hombres, se caracterizaban por sus ánimos varoniles y en su ferocidad ejecutaban sin perdón a los cristianos. El mismo autor inmortalizó la pelea entre una cuadrilla de colonos herreños y la palmera Guayanfanta, mujer “de grande ánimo y gran cuerpo, que parecía gigante, y extremada blancura”. Relata como los cristianos la cercaron, peleó con ellos lo que pudo y, viéndose acosada, embistió con un cristiano y, tomándolo debajo del brazo, se iba para un risco para arrojarse al vacío con él y, a pesar de que acudió otro cristiano y le cortó las piernas, cayeron por el barranco.

domingo, 14 de febrero de 2010

La gestión de los pastos para el ganado en las cumbres de La Caldera

Factores demográficos, económicos, tecnológicos y sociales desempeñaron un papel importante en la optimización de los recursos naturales en una isla como La Palma. La alteración del paisaje se relaciona directamente con el uso de los recursos de la subsistencia: el aprovechamiento de la madera y los pastos como reflejo de su capacidad política para implementar o mantener una decisión sobre un territorio. Ahora bien, el paisaje no puede ser reducido exclusivamente a una dimensión económica.
Establecieron acuerdos firmes y vinculantes sobre los derechos de pastos, la cría de ganado, el intercambio de bienes y el matrimonio. La gestión de los territorios de pastoreo era vital para la subsistencia de la comunidad -referido a toda la Isla-. Los primeros awara que llegaron a La Palma encontraron un verdadero vergel para sus ganados. Los pastos son muy abundantes sobre un territorio elevado, lo que permite una flexibilidad de aprovechamientos de los distintos pisos vegetales en diferentes períodos del año. No podemos seguir avanzando en el conocimiento de los pueblos prehistóricos de Canarias si no miramos a las culturas imazighen que todavía sobreviven en el Norte de África. En este sentido, es muy útil el correo electrónico que nos envió Emiliano Oliva Hernández con un documental sobre el sistema ancestral del agdal que los mesioua crearon para gestionar el yagur -territorio de pastos para el ganado pertenecientes a los pueblos beréberes del Alto Atlas marroquí-.
El agdal es un sistema de origen bereber que consiste en la reglamentación del acceso a un recurso natural, siendo utilizado prácticamente por todas las tribus beréberes del Alto Atlas y del sur de Marruecos. Este recurso puede ser un bosque, forraje para las cabras y las ovejas, o incluso, una tierra de labranza. El agdal se rige por unas fechas concretas de apertura y cierre de un espacio durante un periodo determinado del año. Esto favorece significativamente la conservación de los ecosistemas y la biodiversidad, y por otra parte, la cohesión social en la gestión de los recursos naturales de subsistencia de los pueblos, reforzando así la convivencia y su sentido de grupo entre las tribus, familias o aldeas. Es un principio de igualdad que se mide equitativamente entre todos. Su base tiene unos claros fundamentos de producción material y económica, pero con una fuerte influencia religiosa, donde el sentido de lo sagrado construye un significado que ordena el territorio de diversas fracciones repartidas en los valles de la cordillera del Atlas. La mayoría de las distintas comunidades tribales todavía rinden culto a un santo o santón que constituye el referente unificador del grupo humano, al cual, después de la apertura del agdal y por medio de celebraciones rituales, ofrecen animales, vegetales, grano o mantequilla, augurando así la prosperidad y la fecundidad de la comunidad (http://www.antropologiavisual.net/2007/agdal-voces-del-atlas/).
Los awara fueron unos eternos trasterminantes -término que hace referencia a los desplazamientos cortos de costa a cumbre-. En verano, cuando el Sol ha quemado los pastos de las costas y medianías, se desplazan a los terrenos comunales de cumbre, demarcados en torno al contorno exterior próximo a la Caldera de Taburiente, por encima de los 1.800 m de altitud, donde empiezan a proliferar los campamentos, y las paredes internas del gran cráter de Taburiente.
Con toda seguridad, al igual que los pueblos imazighen del Atlas, el acceso a los pastos comunales de cumbre estaba regulado por un consejo que abarcaba a toda la Isla. Durante unos 3 o 4 meses, en primavera, se cerraban estas áreas de pastoreo al ser el período más sensible de crecimiento y reproducción de las plantas. No se pastoreaba las cumbres hasta que las semillas maduren, especialmente las de las gramíneas y otras plantas de ciclo corto. Evidentemente, el cierre no se hace con barreras físicas sino por la moral y los derechos tradicionales. Esto no quita que hubiera otras zonas de pastoreo permanente en la Isla -costas, medianías, Cumbre Vieja y Cumbre Nueva-. Es un sistema usado para permitir la reproducción de las plantas del año siguiente. La entrada de animales durante el cierre estaba castigada por leyes consuetudinarias.
A partir de marzo comienza sutilmente la floración de las cumbres, los alhelíes primero, la violetas después, son las primeras en enseñar sus encantos lilas, hasta que el amarillo comienza a monocromar el paisaje. Su máxima madurez se produce en junio/julio. ¿Sería la llegada del solsticio o lunasticio de verano el instante que marca la apertura de los campos de pastoreo comunales de cumbre? No lo sabemos, el mundo mágico-religioso refuerza el sistema de pastoreo. Son los dioses los que mandan en estos territorios sagrados. La norma ritual de verano entre los mesioua del Atlas consistía en sacrificar animales para conciliar las fuerzas telúricas, los demonios, y así favorecer la fecundidad de los propios animales, de los hombres, la vegetación, la lluvia, etc. Todo va junto. Es toda una demostración de sabiduría. El sentido de comunidad está fuertemente arraigado en estos pueblos ancestrales. En verano, las cumbres más altas de La Palma se convertían en un hervidero por el trasiego humano y animales, momento que se aprovechaba para estrechar las relaciones sociales.
A partir del siglo XVI, se inicia una nueva era. A la vez que los pastores históricos van incumpliendo la norma ancestral, se impone el individualismo sobre la comunidad, los pastizales se desacralizan y se convierten en objeto de explotación económica. Ahora no son los dioses los dueños del territorio, son los hombres. Esa individualidad los lleva a no respetar algunas normas y suben los animales antes de que las semillas maduren, lo que provoca la pérdida de la nueva generación de plantas y la consiguiente desaparición de las especies más frágiles, así como la propagación de las más resistentes -codeso-. Los pastizales se sobreexplotan y pierden calidad. Definitivamente, los humanos se adueñaron del territorio más sagrado de la Isla. En la década de 1980 se prohibió el pastoreo en las cumbres para dar paso a impactantes construcciones del IAC (Instituto Astrofísico de Canarias), siendo Parques Nacionales la encargada de recuperar parte de la flora que está en peligro de extinción.