grabados rupestres

donde se unen la tierra y el cielo

donde se unen la tierra y el cielo
En La Palma, la arqueología y la astronomía han cruzado las miradas, unos al suelo y otros al cielo, para coincidir en una misma dirección, interrelacionando las observaciones hasta confirmar la importancia de los atros entre los antiguos habitantes de Benawara.
“adoraban al Sol, la Luna y otros planetas” (Alvise Ca’da Mosto, 1455-1457)

"Quienes tratan de interpretar símbolos en sí mismos miran la fuente de luz y dicen:"no veo nada". Pero la fuente de luz está ahí no para que se la mire a ella, sino para que se mire y vea lo que ella ilumina. E igual pasa con el simbolismo" (Dan Sperber).





domingo, 1 de febrero de 2009

PREHISTORIA DE POSICIÓN ASTRONÓMICA (PREPOAS)

(comunicación presentada en la Revista de Estudios Generales de la isla de La Palma, 2008)
El místico San Juan de La Cruz señalaba que para ir a donde no se sabe, hay que ir por donde no se sabe, puesto que los caminos trillados conducen a lugares previsibles o callejones sin salida. Asimismo, el visionario Dee Hock advertía que el problema no es tanto cómo hacer entrar en tu cabeza ideas innovadoras, sino como liberarte de las viejas.
La primera mirada sobre la prehistoria de Canarias la pusieron, entre otros, historiadores, geógrafos, viajeros catalanes, portugueses, genoveses, árabes, conquistadores y, finalmente, los escritores racionalista y románticos de los siglos XVIII, XIX y principios del XX, mucho antes de que el peso de los publicaciones cayese de forma exclusiva sobre las espaldas de la arqueología académica. Después de unos años prolíferos a partir de la década de 1960, la ausencia de continuidad en los últimos veinte años nos ha llevado a una situación de carencia a la hora de interpretar los trabajos realizados. Al menos en la isla de La Palma, sólo ha habido una cómoda arqueología de sondeos, algunas excavaciones muy puntuales con resultados excelentes y especialmente cartas arqueológicas por municipios, sin más deliberación. En este sentido, el conocimiento queda reducido a inventarios y a un saber sobre el ser humano individual (como materia) y nunca fue un saber sobre el ser humano como totalidad. Esto no quiere decir que no sea importante, pero no es suficiente. Por eso, nos atrevemos a afirmamos, con rotundidad, que la arqueología ha fracasado en el intento de dar respuestas a los principales interrogantes que presenta nuestro pasado más remoto. Sus métodos de trabajo son muy rígidos y están obsoletos. Hace falta, al menos, una pequeña revolución.
En este intrincado mundo de la arqueología, como en otras ramas de la investigación, cada uno va a lo suyo, convirtiendo sus investigaciones en “intemporales”, inmunes a los cambios. Los mismos siguen amparando las mismas propuestas que defendieron hace más de dos y tres décadas. Con ellos, es evidente, se ha parado la imaginación científica. Siguen haciendo lo mismo todo el tiempo, el método no ha cambiado y, por lo tanto, no hay aprendizaje. Así de sencillo. Por ello, la arqueología se ha convertido en una cuestión de interpretación personal, en una apropiación territorial que rechaza o silencia lo que algunos consideran injerencias externas por gentes que ellos creen que no conocen las peculiaridades de la prehistoria insular. Detrás sólo hay un interés de prestigio personal, frente a nuestro interés general.
El primer acercamiento a la prehistoria que recibimos en la Universidad estaba perfectamente estructurado en unos modelos de conocimiento racional experimentados por los propios profesores, cuyas interpretaciones se nos trasmitían como iconos de continuidad científica. Nos quedamos con la convicción de que el conocimiento sobre la prehistoria era tal como nos la comunicaron.

Tamarahoya

Cuando iniciamos nuestro rumbo en la investigación seguimos haciendo lo mismo que se venía haciendo, sin plantearnos ninguna autocrítica. No podíamos salir de un registro preestablecido en las condiciones de trabajo e interpretación. Muy poco podíamos aportar y nada verdaderamente trascendente, tan sólo la prospección de lugares poco inspeccionados, inventariando (mediante fichas) nuevas estaciones de grabados rupestres, canales y cazoletas, amontonamientos de piedras, la disposición de restos cerámicos, líticos, óseos, cuevas con relleno arqueológico, etc.
No se exactamente cuando empezamos a interesarnos por temas supuestamente impropios a la exploración prehistórica. La investigación surgió por sí sola, con el ritmo marcado por la propia necesidad de abordar la antigua sociedad de la isla de La Palma, dando pequeños pasos mediante incursiones en otras ciencias supuestamente afines y otras no tanto. La multidisciplinariedad nos permitió abrir nuevas vías y la investigación nos llevó por caminos imprevistos, adoptando posiciones marginales en el discernimiento científico. Desde entonces, empezamos a tomar elementos de cualquier disciplina que nos aportara conocimiento y los conjugamos, después de una década, en un producto final novedoso, de imposible clasificación en los círculos académicos occidentales, adaptado a la isla de La Palma. Entonces ¿dónde situar este nuevo material? La respuesta es difícil porque ninguna ciencia en concreto lo puede abarcar. Es una parte de todas, sin llegar a ser genuinamente ninguna. Por ello, después de varios años buscando una ubicación que sintetice globalmente los objetivos que persigue, llegamos a la conclusión de unir tres palabras conectadas que proponen una nueva intervención científica: Prehistoria de Posición Astronómica (PREPOAS).
“Si queremos estudiar tan sólo restos materiales hay que mirar muy cerca, pero para estudiar un elemento material de carácter religioso hay que aprender a dirigir la vista a lo lejos”. Este es unos de nuestros lemas de trabajo desde que creamos la “Asociación Iruene La Palma” e iniciamos con verdadera intensidad una exploración propia, diferenciada de los campos hasta estos momentos examinados por los investigadores. El libro “Abora”, publicado en 2006, marcó el inicio de un nuevo análisis a los estudios prehistóricos en Canarias. Le siguieron la creación de tres blogs*1 donde entregamos, de una manera accesible y gratuita, los resultados de las averiguaciones que se han producido. El trabajo que queda es arduo pero alentador.
La Prehistoria de Posición Astronómica nace con vocación de interpretación en el resbaladizo mundo de la religiosidad. Propone iniciar la búsqueda de la religión elemental de los pueblos prehistóricos canarios. Tiene como prioridad demostrar la conexión entre la posición en la que se encuentran los componentes sagrados (amontonamientos de piedras, canales y cazoletas, grabados rupestres) y los astros, especialmente el Sol y la Luna. A partir de aquí, nadie se imagina el mundo tan complejo que hemos encontrado. Sólo aquellos que han querido acercarse han comprobado la estrecha relación que los awara (antiguos habitantes de La Palma) establecieron con el cosmos. Después de recorrer la Isla, tenemos una convicción muy clara y es que la religión awara se sustenta en una realidad que fue expresada en las alturas.
Cuando queremos encontrar algo en una habitación oscura, lo primero que hacemos es encender una luz, pero no miramos el bombillo todo el rato y perdemos el tiempo en describirlo desde todos los ángulos, las formas, el tamaño, el material de lo que está hecho, etc, etc. lo que hacemos es mirar todo aquello que la luz nos permite ver. ¿Qué ha hecho la arqueología? Mirar el bombillo. Lo mismo ha sucedido con las estructuras y los símbolos sagrados. PREPOAS ha levantado la mirada y ha encontrado las respuestas en el cielo (concretamente en el Sol y la Luna) y ahora empezamos a comprender lo más íntimo de su conocimiento y a dar respuestas a la ubicación de los yacimientos prehistóricos.
El hecho de que los mismos fenómenos astronómicos hayan sido contemplados por distintos grupos humanos, nos permite, al comparar estas diferentes miradas, aprender mucho sobre las sociedades que las originaron. Una de las grandes trabas al desarrollo de esta importante perspectiva han sido los estudios poco serios de quienes, atraídos por lo interesante del tema, se han dedicado a dar rienda suelta a sus más locas fantasías. En estos casos la fascinación por lo "oculto", el deseo de impresionar y la moda, entorpecen el trabajo real y menosprecian a las culturas y pueblos pretendidamente estudiados (www.fcaglp.unlp.edu.ar/~sixto/arqueo/index.htm).
Los humanos no pueden vivir sin dioses, lo mismo que la tierra sin cielo. La comprensión de cómo se comporta el cielo fue, ya de por sí, una forma de culto. Una de sus expresiones consistió en poner toda obra humana en armonía con los principios de orden natural espacial y temporal derivados del movimiento de los astros. “…el Sol, la Luna, el cielo, las montañas, el mar, los vientos, en una palabra, las grandes fuerzas cósmicas fueron las primeras en ser elevadas a esta dignidad… son ciertas manifestaciones cósmicas las que habrían constituido el punto de partida de la evolución religiosa” (Emile Durkheim, 1992)*2.
Para el observador de la naturaleza resulta obvio que la única manera de establecer direcciones definitivas en el paisaje es a través del cielo. El movimiento aparente de la bóveda celeste define claramente la dirección norte por medio de la posición del eje de rotación terrestre proyectado en el plano del cielo. El sentido de rotación nos proporciona las direcciones este-oeste, que resultan ya señaladas como los puntos de salida y puesta solar.
Al principio de la investigación sentimos pánico a equivocarnos, a que la línea trazada no fuera la correcta. La labor de campo fue intensa visitando de nuevo los yacimientos conocidos, ahora analizados desde otra perspectiva, con la brújula y el GPS como principales herramientas. Luego volver a los mismos lugares en los momentos claves del año (los solsticios y equinoccios) para la confirmación. Después de muchos amaneceres y ocasos, de horas y kilómetros andados, elaboramos la primera estadística en 2006. Los sorprendentes resultados disiparon cualquier temor. Hemos encontrado la llave que nos introduce en su pensamiento religioso. Lo podemos demostrar.
Esto no ha hecho más que empezar. En esta larga carrera de fondo estamos preparados y resignados a soportar el escaso interés y el rechazo por parte de la mayoría de los arqueólogos que, por ignorancia, no quieren saber de novedades. Es cuestión de tiempo.
Debemos entender que ciencia es todo lo que nos rodea. Por eso, para hacer progresos hay que usar la mente, reflexionar y experimentar. PREPOAS acaba de abrir un nuevo campo para las ciencias prehistóricas. Es enormemente atractiva, muy práctica, pues el trabajo de campo es la esencia de la investigación. Comparte las experiencias de otras ciencias, no sólo sociales. Tanto su teoría como su práctica están orientadas más allá del etnocentrismo y presenta una posibilidad más amplia de descripción que las especificidades de la arqueología. Incluso, la comparación cultural, tan rechazada por los arqueólogos, es para nosotros una fuente primordial de comprensión del pensamiento antiguo. Los resultados nos avalan para elevarla a la categoría de disciplina, aunque no tenga ningún status académico.
La cultura material constituye un elemento clave, lo que hay que hacer es entenderla en un sentido más amplio, pues los objetos esconden, a parte del sentido funcional, otro sentido de señal y simbolismo que ha sido despreciado por la arqueología. Un petroglifo es algo que nos llega mediado simbólicamente, no se revela interpretado, pues su mensaje está codificado. Nuestra labor consiste en descodificar los mensajes que se ocultan en el paisaje natural (especialmente las montañas) y en los astros. Nos acercamos así al sentido común awara y valoramos la interpretación desde su propia cosmovisión, no desde nuestro sentido común y desde nuestros prejuicios culturales como hasta ahora se ha hecho.
Poco a poco nos fuimos dando cuenta de las especulaciones gratuitas a que estábamos sometidos, en el momento de la interpretación de los restos arqueológicos, referentes a los temas cognitivos. Una muestra es la explicación conforme a nuestra lógica, aquella que le da el lugar más cercano; por ejemplo, en el caso de los grabados rupestres es usual concluir cualquier trabajo interpretándolos como un timbre para indicar una ruta de paso, un culto a las fuentes, rituales de lluvia o una marca de propiedad. Esto es pura arqueológica especulativa sin valor científico alguno. Y, sin embargo, la colectividad académica lo sostiene tenazmente.
Nuestro proyecto trata de superar la mera descripción arqueológica de los objetos, fijada en aspectos no siempre determinantes como la función plástica, las formas o las tipologías. Nos estructuramos siguiendo los posibles principios para lo que fueron creados mediante una meditación general sobre el modo en que los awara adquieren su imagen del mundo.
Nacemos con vacación de servicio, sin perjudicar o desprestigiar al resto de las materias que abarcan el estudio de la prehistoria de Canarias. Ambicionamos, con trabajo, poder de observación e ingenio, ayudar a madurar prácticamente a la única materia que ha monopolizado su estudio: la arqueología. Pero a la vez, pretender que sea una auténtica ciencia que ofrezca teorías contrastables, sobre todo en el ámbito de la interpretación de los modelos religiosos. Hasta el momento la arqueología canaria nada tiene que ver con profundizar en la apreciación de la realidad de los grupos humanos prehistóricos.
No tiene sentido pretender que los awara fueran como nosotros, que entendían el mundo como nosotros lo hacemos; es más, tuvieron una percepción del territorio y del tiempo diferente a la nuestra con una idea distinta de lo que es el mundo. Ordenaron su realidad a través de unos parámetros a los cuales hemos tenido acceso: principalmente, las marcas que establecen en el espacio y el tiempo las posiciones extremas del Sol y la Luna; secundariamente, los equinoccios y las montañas sagradas más destacadas en el paisaje.
Evidentemente, esto requiere una mejor explicación para terminar de comprenderlo. Por ello, publicamos “Abora” y tres blogs. Como bien afirma la arqueóloga Almudena Hernando (2002)*3 mientras no se asuma que el orden de racionalidad, la modelación de las emociones y la lógica que guiaba las acciones y las vidas de las sociedades de la Prehistoria eran distintas de las nuestras, nos estaremos limitando a proyectarnos a nosotros mismos en un cuadro cronológico que no nos pertenece, falseando así, de manera esencial e irrefutable, la reconstrucción de ese pasado. Ahora bien, todo esto lo hemos conseguido después de romper con muchos de los planteamientos en los que se han venido desarrollando hasta ahora la arqueología canaria.
Siguiendo a Almudena Hernando (idem), podemos confirmar que la modernidad se asienta sobre dos categorías de comprensión del mundo: la razón y el sujeto. Esta individualización de la compleja vida moderna implica una percepción de la diferencia de cada ser humano respecto de todos los demás y de aislamiento existencial en mitad del mundo que lo rodea. Damos prioridad a la razón como parámetro determinante del conocimiento humano. Los modelos actuales pretenden hacer de la sociedad, la economía o el individuo su objeto de estudio. Si el observador no es consciente de que él tiene una determinada manera de entender el mundo y las relaciones humanas, distinta a la que sostienen otros grupos humanos, creerá que el mundo es como él lo ve, de forma que trasladará esta convicción -es decir, su visión del mundo- a cualquier sociedad que estudie o a cualquier aspecto que intente analizar. En este caso, la arqueología, proyectará su propia subjetividad al pasado, y pretenderá que la gente de la prehistoria entendió el mundo, valoró las relaciones personales o tuvo las mismas emociones que él tiene. La subjetividad comenzó a asumir un papel de agente determinante del conocimiento.
La modernidad, razón y sujeto, va girando sobre sí misma aplicando la lógica científica de las sociedades humanas con el afán de conocer la verdad de los fenómenos que estudia, construyendo un pasado tergiversado e irreal. La postmodernidad ha creando el individualismo de una sociedad inmersa en una creciente conciencia de subjetividad. Es la ciencia la que la que nos ha enseñado que las cosas son complejas y difíciles de entender.
El conocimiento de las sociedades del pasado, escribe Almudena Hernando (ibídem), será necesariamente sesgado mientras no tengamos en cuenta que su orden de racionalidad, su comprensión del mundo y la significación que daban a cualquier fenómeno de la realidad o a cualquier elemento de la cultura eran distintos de los que a nosotros nos caracterizan.
¿Diseñaron los awara sus paisajes rituales de una manera deliberada? La tecnología basada en la brújula, los satélites de colocación global (GPS) y programas informáticos fue la que utilizamos en el trabajo de campo para trazar la posición exacta de cada monumento para poder obtener los datos posicionales entre cada construcción y su característica natural más cercana respectiva del paisaje. Este grado de precisión por el que los monumentos y los símbolos se orientan hacia las características naturales del paisaje en función de un acontecimiento astronómico no parece ser fortuito, sino totalmente deliberado. Implica que podemos ver evidencias de una técnica aplicada al paisaje en una escala nunca considerada antes. Esto sugiere la existencia de una fórmula o sistema.
“Necesariamente tiene que haber en la base de todos los sistemas de creencias y de todos los cultos un cierto número de representaciones fundamentales y de actitudes rituales que, a pesar de la diversidad de formas que han podido adoptar, tienen en todos los casos idéntica significación objetiva y cumplen siempre idénticas funciones. Son estos los elementos permanentes que constituyen aquello que de eterno y de humano hay en la religión: son el contenido objetivo de la idea que se expresa cuando se habla de la religión” (Emilie Durkheim, idem).
Una cultura está estructurada entonces en sistemas y, en este sentido, PREPOAS ha encontrado una línea de argumentación e intenta reconstruir el pensamiento antiguo a través de mecanismos que los awara establecieron, vehiculados por los componentes rituales, entre la tierra y el cielo. Hay una enorme cantidad de vínculos entre los diversos aspectos de la vida de los hombres y las formas en que estos miran el cielo y lo piensan. El punto de partida son el espacio y el tiempo, únicas cuantificaciones para establecer un orden, una referencia inmutables, pues en caso contrario, se perdería la orientación. Por ello, estamos trabajando por demostrar el rol del Sol y la Luna en la construcción de los hitos que demarcan el espacio y el tiempo.
El espacio pone en relación los hechos observables con referencias inmóviles, jalones estables y fijos, no es transformable, se identifica con su contenido y no se puede cambiar. Las referencias metafóricas que permiten ordenar el territorio son los picos de las montañas más altas de la Isla, e incluso las elevaciones de El Sombrero de Chasna, Guajara, Pico Viejo y el Teide, en la isla de Tenerife. Ello los convierte en esferas de realidad sobre las que creen tener cierto control, pues los han ordenado. “Nada puede comenzar, hacerse, sin una orientación previa, y toda orientación implica la adquisición de un punto fijo. Por esta razón el hombre religioso se ha esforzado por establecerse en el “Centro del Mundo” (Mircea Eliade, 1988)*4
Las ideas religiosas son el resultado de sentimientos preexistentes, mientras que las representaciones son sus símbolos, tan sólo el envoltorio superficial. A estas alturas, nadie puede dudar que los yacimientos prehistóricos sigan una distribución aprendida en la geografía. Los santuarios, en cualquier cultura, tienen una disposición sobre el terreno muy estudiada. Los investigadores y curiosos pueden pasar por estas obras sin darse cuenta del mensaje cifrado que encierran. Ahí están, siglo tras siglo, contando al aire un estímulo estético, formando parte de la naturaleza, influyéndola y transmitiéndole su sentido y razón de estar ahí. Forman parte del paisaje y de quienes lo pueden contemplar. La naturaleza no es simplemente natural, es también, al mismo tiempo, la manifestación de fuerzas sagradas y encarnación de realidades trascendentes (sobrenatural).
Los hombres y mujeres de la prehistoria vivieron en un mundo mítico en el que la divinidad se manifiesta eternamente a través de los elementos que constituyen el espacio al que se sacraliza. Sólo el espacio que se conoce y el tiempo que se habita establecen los márgenes del orden que importa. Su mundo, el mismo que nosotros vivimos, fue construido con unas cuantificaciones diferentes a las nuestras, tan subjetivamente real para ellos como el nuestro lo es para nosotros.
Percibir el tiempo es darse cuenta del curso de la vida centrado en el presente. La vida es un ciclo siempre recurrente que no admite transformaciones. Por ello, los fenómenos cíclicos de la naturaleza siguen constituyendo referencias perfectas para el cómputo y planificación de las acciones en estas sociedades. Entre los awara, esas referencias móviles son básicamente el Sol y la Luna.
El tiempo corre sin prisa pero sin pausa. Los hombres de la prehistoria buscaron formas de control para adelantarse a los acontecimientos y hacerlos previsibles. Por eso crearon estructuras, idearon sistemas de relación y orientaciones con elementos destacados de la propia naturaleza e inventaron los calendarios solares y lunisolares.
Las cumbres que contornean la Caldera de Taburiente, por encima de los 1.900 m de altitud, responden a esa cualidad de percepción de la realidad que los awara imaginaron y estamparon una arquitectura cósmica construyendo unos setenta amontonamientos de piedras para dar la bienvenida al Nuevo Año durante el solsticio de invierno (el comienzo de un nuevo ciclo), así como dos marcadores astronómicos, situados a 500 m de distancia el uno del otro, en el municipio de Garafía: marcador solar de Cabeceras de Izcagua, que señala los solsticios y equinoccios y el complejo marcador lunisolar de Las Lajitas, que confirma un avanzado conocimiento astronómico sobre el ciclo lunar mediante la construcción de estructuras de piedras apiladas.
La mayoría se dispersan individualmente por el territorio; otros se encuentran formando grupos. Así mismo, diferenciamos dos tipos referenciales con dos subtipos por el número de amontonamientos:
A. Un solo amontonamiento de piedras actúa como eje y la montaña como mojón referencial. Mayoría de yacimientos.
B. Varios amontonamientos de piedras alineados con la montaña como referencia. Presenta dos subtipos:
B.1. Dos amontonamientos de piedras alineados. Lo encontramos en cuatro yacimientos (Corralejo, Barbudo II, marcador astronómico de Cabeceras de Izcagua y Llano de Las Ánimas I).
B.2. Tres amontonamientos de piedras alineados en dos yacimientos (Cabeceras de Izcagua I y marcador astronómico de Cabeceras de Izcagua).
Por otro lado, sobre todo en los espacios costeros, se tallaron en la toba volcánica cazoletas y canales en las caras de las vetas que miraban o seguían una dirección hacia el punto de posición, tanto en los ortos como en los ocasos, durante el solsticio de verano, a modo de ritual de comunión entre los humanos y Abora, la Diosa Madre Sol.
Por su parte, el arte rupestre abstracto está representado por una gama amplia de formas geométricas, símbolos sagrados que fueron grabados sobre la roca al aire libre. Con una brújula, un lápiz y una libreta recorrimos numerosas estaciones rupestres, aquellas que conservan su posición original, anotando los rumbos que proyectaban las caras que fueron grabadas con símbolos, dando como resultado cuatro direcciones muy claras (aproximadamente 75º, 125º, 250º y 300º). ¿Qué representan esos cuatro rumbos? Pues los cuatro puntos solsticiales, los extremos máximos norte y sur alcanzados por el Sol en sus ortos y ocasos.
¿Alguien se ha cuestionado alguna vez por qué se encuentran los grabados rupestres en determinadas rocas? ¿Qué obligó a elegir el tipo de soporte? Uno de los misterios que suele sacar el sueño a los profesionales de la arqueología es poder entender el criterio empleado para seleccionar los espacios de percusión de los símbolos sagrados. Al realizar trabajos de campo resulta desconcertante comprobar que frecuentemente pequeñas piedras sin aparente importancia, presentan abundantes diseños y por el contrario, rocas cercanas que de acuerdo al criterio actual de superficie pulida, presentan aparentemente mejores características para servir de soporte a los grabados, no han sido utilizadas.
En la isla de La Palma, en todo el Archipiélago Canario, el principal criterio empleado por la población prehispánica para elegir los soportes tiene una característica muy visible. En el cielo encontramos la respuesta. Comprobamos que los aborígenes elegían las rocas para realizar sus petroglifos en relación a eventos astronómicos relevantes (solsticios y equinoccios en unas pocas ocasiones). Por eso, los hemos considerado el arte del cosmos, pues representan una identidad basada en el ciclo de la vida. No olvidemos nunca que la esencia de la religión es la renovación perpetua de la vida y que los humanos encuentran una garantía de esta vida en los fenómenos que le rodean en el cielo y en la tierra. En La Palma, sobresalen el Sol, la Luna, las estrellas y la montaña.
El proyecto “Iruene La Palma” ha entrado en la penumbra del misterio pudiendo confirmar la existencia de un principio o sistema coherente de orientaciones de estaciones rupestres que lo rigen de una manera casi absoluto (A) con tres excepciones (B, C, D):


A. Las puertas del cosmos, los cuatro puntos solsticiales, coincidentes con la salida y la puesta de Sol durante los solsticios (noreste/sureste/suroeste/noroeste). Suponen más del 99 % de los casos, correspondiendo aproximadamente un 65 % al solsticio de invierno y un 35 % al solsticio de verano.

B. La dirección equinoccial apenas está presente en dos lugares, eso si con sendos paneles verdaderamente espectaculares. Uno de ellos se encuentra en el Lomo de La Fajana (El Paso) como parte de un compartimento con un número importante de motivos espiraliformes, meandriformes y circuliformes, que mira en la dirección por donde se pone el Sol durante los equinoccios. El segundo caso lo observamos en el Roque Teneguía (Fuencaliente), mediante un bloque de piedra alargado y estrecho, de 5,10 m x 0,40 m, totalmente tallado con más de 10 petroglifos meandriformes y espiraliformes que sigue una clara alineación con el lugar exacto por donde despunta el primer rayo de Sol en los equinoccios.

C. Con algunas montañas emblemáticas de la Isla. Las montañas son suficientemente ricas como para despertar el sentido de lo sagrado, confirmado en los casos de Pico Bejenado (El Paso), desde el Lomo de La Fajana y El Cementerio, y Pico de La Nieve (Santa Cruz de La Palma), desde el santuario rupestre de la Erita.

D. Al cielo. En algunos de estos “templos al aire libre” donde se concentran abundantes grabados rupestres, podemos localizar ciertos petroglifos que se sitúan sobre la cara de la roca que mira en la vertical (entre otros, La Erita, Cabeceras de Izcagua o Las Lajitas, en las cumbres de La Caldera de Taburiente).

Estos tres últimos casos (B, C, D) suponen menos del 1 % del total de las orientaciones.
El sistema creado para dar orden al espacio y al tiempo permitió un sentimiento de mayor protección y seguridad a aquellos humanos que buscaron en el cielo las respuestas a su existencia.
Este conjunto organizado define una religión.

NOTAS
*1 www.prehistorialapalma.blogspot.com
www.amontonamientosdepiedras.blogspot.com
www.iruene-la-palma.blogspot.com
*2 Durkheim, E. (1992): “Las formas elementales de la vida religiosa” Akal. Madrid.
*3 Hernando, A. (2002): “Arqueología de la identidad” Akal. Madrid.
*4 Eliade, M. (1988): “Lo sagrado y lo profano” Labor/Punto Omega. Barcelona