El viernes 18 de febrero se presentó el segundo número de la revista de prehistoria de La Palma “Iruene” dedicada íntegramente a la sugerente visión del cielo nocturno centrado en la estrella Canopo.
Los awara, al igual que el resto de los pueblos antiguos, fueron grandes observadores de los movimientos de los elementos del universo. En su afán de coordinar las acciones terrestres con las celestes, dejaron constancia de sus observaciones astronómicas, de sus ideas cósmicas, la orientación de sus construcciones y su iconografía. La orientación se ha convertido en todo un ritual muy antiguo para experimentar la necesidad de situarse en un mundo organizado cósmicamente. Cuando algo se orienta, el espacio cobra sentido, el cielo y la tierra se encuentran y se unen. Se sale de la linealidad y se entra en la eternidad cíclica, aquella que se repite constantemente todos los años. Basarse en esas disposiciones nos ha dado claves a muchas respuestas.
¿Qué tiene de raro afirmar que los antiguos canarios adoraran la naturaleza, al Sol, la Luna, las estrellas, las montañas, las fuentes, los árboles, el viento… y que creían en un Ser Supremo? ¿Puede ser un grabado rupestre una imagen o modelo del cosmos? Una imagen dominante y generalizada como una espiral, un círculo, un meandro o las miles de combinaciones creadas por los awara nos conducen a descubrir su arquetipología, la que orienta el conocimiento hacia algo concretizado, en dirección al punto por donde sale o se pone el Sol en sus posiciones extremas (solsticios), intermedias (equinoccios), el cenit, referencias topográficas como Pico Bejenao, Pico La Nieve, Risco Liso, Montaña del Azufre y lo descubierto recientemente: la estrella Canopo.
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