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Cuando preparamos el trabajo que publicamos en la revista Iruene nº 9 (2017) sobre la aculturación cristiana desde los emplazamientos indígenas partimos precisamente del paradigma ancestral en el concepto y las pautas de disposición que presentaban las primeras ermitas e iglesias que se construyen en Canarias durante y después de la expansión y colonización europea, entre las que sobresale la pionera: la iglesia conventual de San Buenaventura de Betancuria, por obra de los franciscanos.
En
estos días se está realizando una nueva campaña de excavaciones arqueológicas y
escuchando a Marco Moreno (empresa Tibicena) y a Nona Perera (Directora General
de Patrimonio del Gobierno de Canarias) nos vino al recuerdo los datos
recogidos en Betancuria que no llegamos a publicar. Ahora es un buen momento
para dar un poco de luz a la ubicación desde la cosmología antigua.
Durante el siglo
XV, las Islas Canarias sufrieron una agresión planificada de dominación y
conquista que supuso un cambio político y una transformación sociocultural violenta,
incluida la ideológica, las creencias y los valores. Una de las claves
del cambio cosmogónico fue precisamente la fundación del convento de San
Buenaventura en la isla de Fuerteventura, autorizada por el Papa Benedicto XIII
en 1416. Tanto Lanzarote como Fuerteventura sirvieron de cuartel de misiones
hacia el resto de las islas. La importancia que llegó a alcanzar se demuestra
en la bula de Martín V (1423) transformando el distrito de Canarias en Vicaria
General de Misiones. A partir de este momento, los franciscanos inician los
viajes misionales acompañados de imágenes de vírgenes con niño que se fueron
repartiendo por las islas como preludio evangelizador.
La primera difusión
del cristianismo se llevó a cabo con el diseño de una estrategia de predicación
evangélica escrutando las religiones indígenas, el aprendizaje de las lenguas
nativas y la instrucción de éstos en el uso del castellano. Más tarde, la
evangelización forzosa se impone, se prohíben las prácticas indígenas y se margina
la cosmogonía insular. Los recién llegados reconocieron el discurso indígena y lo
manipularon estratégicamente.
Algunas celebraciones y ciertos lugares de enérgico discurso sagrado debieron sufrir un proceso de adaptación y conversión a la ideología cristiana transformando enclaves indígenas en ermitas y cultos cósmicos en ritos católicos. Los frailes van consolidando los nuevos preceptos utilizando elementos iconográficos como pequeñas tallas de vírgenes con niño e ideas de carácter espiritual de dimensiones cósmicas que mejor se adapten al pensamiento universal indígena como el cielo, la luz o las estrellas. De este modo, se consigue sincronizar las creencias y las emociones de los dos ámbitos religiosos en una sola epístola. Algunos enclaves indígenas fueron reemplazados y modificados con templos cristianos para dar continuidad al culto bajo diversas advocaciones.
El sustrato cósmico indígena pervivió paralelamente a la
nueva dialéctica edificadora de templos cerrados asentado, en algunos casos,
sobre espacios sagrados precristianos. Desde este instante se produce una
degradación progresiva de las religiones cósmicas insulares, procediéndose a la
profanación del propio celaje, que pierde su carácter sagrado y organizador del
mundo. Con el éxito del catolicismo, el Sol, la Luna y las estrellas pierden la
condición de deidades. Adquirieron, eso sí, una dilatada serie de
interpretaciones acorde a la teología cristiana, especialmente a la hora de
concebir el templo como una representación de la ciudad celeste, la abertura
hacia lo alto, el lugar de comunicación directa con Dios. Se les añadía un
nuevo valor al mostrar lo sagrado.
En la monografía reseñada (Ídem Revista Iruene) recorrimos una veintena de iglesias y ermitas
de Canarias que vinieron a demostrar una alineación predominante en el rango
solar de los ejes NE-SE, según la regla cristiana de la orientation ad orientem. Sin embargo, desde esos lugares se
manifestaban otros modelos de sincronización astral con la luna y la estrella
Canopo. Así pues ¿qué secretos
esconden estas orientaciones astronómicas? Normalmente las iglesias exhiben el
altar ad orientem, simbólicamente en el lugar por donde surge el Sol,
donde también nació Cristo, el Sol que nos ilumina y nos da vida, el Sol de la
salvación o Salutis romano.
Las condiciones geográficas y ambientales es lo primero que el sentido común nos hace creer como modelo de orientación arquitectónica. Los edificios debían simbolizar el cielo y orientarse hacia los lugares que determinaban las diferentes posiciones en el horizonte de los astros más venerados. Y es que mirar el cielo era todo un ejercicio de gran estímulo intelectual. Por lo tanto, el templo representa simbólicamente un arquetipo celeste, imita al cosmos, convirtiéndose en una imagen del cielo, centro y punto de encuentro.
En el Archipiélago Canario adquirió el máximo protagonismo religioso la Madre de Dios desde tiempos inmemoriales. Los casos de las vírgenes de Candelaria o las vírgenes del Pino son primarios en toda Canarias, siendo nada o muy poco habitual en el resto del mundo cristiano. Esto ya es bastante significativo.
No cabe duda de la simbología astral o de luz a la que está asociada la imagen de la Virgen de Candelaria es fundamental para entender por qué se elige esta advocación tan específica. Un detalle de enorme interés cosmogónico lo recoge el ilustre Viana (1604): “Dixeron ser del cielo alguna estrella / En traxe de mujer hermosa y bella.
Igualmente, en la Villa de Teror, con anterioridad, se había
conformado el mismo sentido “pero que al
pie del coposo árbol nacía una que lavándose con su agua sanaban de las
enfermedades que padecían […], y que en los ramos de aquel árbol asistía
tan continua una estrella muy resplandeciente y clara que ellos la
tenían ya por vecina” […] (Anónimo de Diego Henríquez, 1640). Durante el
siglo XV, durante la alborada del 8 de septiembre, el día de la Natividad de la
Virgen y celebración del Pino, después de estar oculta durante cinco meses, se
produce el orto helíaco de la estrella Canopo por la ladera de la Montaña de
Cho Feliciano, distante del templo unos 2 km.
¿Sucede alguna
trascendencia cósmica desde el enclave del convento de San Buenaventura de
Betancuria? Desde esta óptica advertimos que el lugar sobre el que se construye
el templo era un espacio sagrado de los majos, determinado con precisión
siguiendo ese hilo invisible que conecta el espacio con el tiempo a través de
los astros.
La orientación astronómica del templo es cardinal. Con
gran precisión se orientó o alineó la cabecera o altar con la salida del sol el
15 de agosto por el Rincón de La Mina, un día muy señalado en el calendario
ritual indígena canario al coincidir con el orto helíaco de la estrella Canopo,
después de cinco meses oculta.
Fijémonos ahora en el ocaso crepuscular final de la
misma estrella Canopo por el destacado resalte topográfico del Cuchillo del
Esquén. Desde el convento se producía el 11 de abril -referenciado para el año
de 1416-, un día a priori nada
significativo, pero causalmente el orto sol en ese día se producía por el mismo
sitio (coincide con el sol del 15 de agosto) y que se vuelve a alinear con la
iglesia conventual. En estos temas de carácter sagrado no existen las
casualidades, sino las causalidades.
PD. El
cambio de calendario y la precesión de los equinoccios han retrasado 12 días la
aparición de Canopo y variado 3º de azimut la posición del sol.
Bibliografía
-MARTÍN, M.A.
(2017): Aculturación cristiana sobre emplazamientos sagrados indígenas
canarios: Vírgenes, santuarios y parajes. Revista Iruene nº 9, pp 10-35.
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