grabados rupestres

donde se unen la tierra y el cielo

donde se unen la tierra y el cielo
En La Palma, la arqueología y la astronomía han cruzado las miradas, unos al suelo y otros al cielo, para coincidir en una misma dirección, interrelacionando las observaciones hasta confirmar la importancia de los atros entre los antiguos habitantes de Benawara.
“adoraban al Sol, la Luna y otros planetas” (Alvise Ca’da Mosto, 1455-1457)

"Quienes tratan de interpretar símbolos en sí mismos miran la fuente de luz y dicen:"no veo nada". Pero la fuente de luz está ahí no para que se la mire a ella, sino para que se mire y vea lo que ella ilumina. E igual pasa con el simbolismo" (Dan Sperber).





lunes, 19 de noviembre de 2007

La importancia del paisaje en la prehistoria de La Palma

Asistimos a una historicidad revelada por el medio ambiente, lo que acarrea un pasado determinado por la historia, el paisaje y el clima desde el primer instante en que el primer awara pisa tierra insular.
La ambientalidad es uno de los elementos estructurales de la existencia humana. Su relación con el espacio es íntima, objetiva e historicista. El hombre configura el paisaje por las características geológicas, topográficas, vegetales y climáticas, añadiendo al entorno natural su cosmovisión. El paisaje es una prolongación del cuerpo humano. La naturaleza no es independiente al humano, sino que forma parte de la misma, no sólo de forma individual sino colectiva, de tal manera que si la naturaleza cambia, el hombre descubre esos cambios para cambiar y para readaptarse hasta reflejarse en el modo de formar comunidades únicas, propias de un paisaje y una historia como es la de nuestras Islas Canarias.
Comparativamente hablando, la naturaleza palmera es dócil, alegre. Por ejemplo, el estilo de las viviendas responde a un modo establecido de construirlas que ha surgido al amparo del paisaje local y al clima. En La Palma, el ambiente benigno posibilitó el aprovechamiento de cuevas y covachas, relativamente abundantes en las zonas más bajas y medias de la Isla, como fórmula de refugio. En los lugares donde escaseaban, el ser humano interviene para modificar el paisaje, construyéndose cabañas con muros de piedra y techos pajizos con los materiales disponibles en la zona. Son estructuras muy sencillas determinadas por las características climáticas locales. Sin embargo, en las zonas más altas, donde el clima es más riguroso, los poblados permanentes contaban con gruesos muros (un metro de grosor) para protegerse del frío invernal (poblado Refugio El Pilar, El Paso). Las cabañas estivales de cumbre (no permanentes) son asimismo sencillas, típicas de su temporalidad.
Cuando los awara entraron en la Isla observaron para descubrir infinitos aspectos nuevos. Se adaptaron y crearon. Mirar más allá, al infinito, presupone una libertad y te da una finalidad propia. Constituye un verdadero conocimiento al intentar superar la superficialidad de los fenómenos naturales con un contenido metafísico. Aprendieron a mirar la naturaleza, a intimar en armonía y encontraron una regla racional de fundirse con ella. La Isla no es sólo un territorio, es también una realidad sociohistórica. Una armonización que obliga a una humanización de la naturaleza, manifiesta en la intensificación de la actividad en los asentamientos.
Compartimos totalmente la idea de que las sociedades arreglan su ambiente de la manera en que lo ven y lo ven de la manera en que lo arreglan. Esta afirmación marca la relación entre visión e intervención, llevándonos a la idea de sistema, pudiendo establecer en principio el sistema sociedad-ambiente. Cultura no puede pensarse aisladamente de la naturaleza. La cultura se genera en su relación con la naturaleza y ésta a su vez es modificada por la cultura, esta es la base conceptual del sistema cultura-naturaleza. Y de ahí parte su identidad.
El paisaje no es sólo una marca en el territorio, es también la huella como rastro o seña, profunda y duradera dejada en la memoria individual y colectiva, es la huella dejada por el hombre sobre el territorio y, al mismo tiempo, la huella dejada por el territorio en la memoria del hombre. Es precisamente una mirada del paisaje como construcción simbólica la que se pretende adoptar, el paisaje ya no como un objeto, sino la representación subjetiva del entrecruzamiento naturaleza- mundo cultural. Por lo tanto, el paisaje es una parte del territorio que tiene una carga simbólica.
Por ello, la perspectiva ecológica de la arqueología que defendemos no se basa sólo en el estudio de los artefactos, sino en el estudio del medio geográfico y de todo elemento que pueda permitirnos reconstruir la relación entre éste y los seres humanos. Así, el aporte más valioso para esta investigación ha surgido en los últimos años: comprender el paisaje como construcción cultural. En este sentido, consideramos que el paisaje es un conjunto significativo de normativas y convenciones comprehensivas, por medio de las cuales los seres humanos le otorgan sentido a su mundo y que, como construcción cultural, se encuentra inserto en relaciones espacio-temporales, en las cuales los individuos se forman y reconocen. El paisaje es tan fundamental en la configuración social, que su conocimiento permite crear y reproducir diferentes estrategias para su estar en el mundo y su relación con los otros.
Toda la naturaleza y las fuerzas de la naturaleza fueron divinizadas debido a su carácter misterioso, todo cuanto hace sentir su fuerza. La naturaleza y el hombre han de estar bajo Dios. Los santuarios erigidos por toda la geografía insular no sólo se dirigen a la diosa solar, sino al mismo sol. Una persona que comprenda la función simbólica podría expresarlo simplemente con unir hábilmente las imágenes con el paisaje terrenal y cósmico. El awara se manifiesta en la naturaleza, atraído por la potencialidad terrenal y cósmica. Así, un amontonamiento de piedras nos puede impresionar, no por su espectacularidad constructiva, sino por cuanto tiene de oculto. Quizá se pueda explicar su forma sencilla (piedras pequeñas y medianas apiladas) como exigencia de la estructura de un monumento colosal. Esto es, su significado simbólico. Es su orgullo, o lo que es lo mismo, su identidad, su libertad.
“La geografía es considerada sagrada, puesto que constituye el ámbito natural de los dioses-poderes, a los cuales se debe adorar para asegurar la permanencia y subsistencia. El medio físico es el gestor de poderosas fuerzas, prueba constante de la existencia de esas entidades superiores. Su dependencia de los fenómenos cósmicos, de los dioses hegemónicos Sol - Tierra - Lluvia es la base de su misticismo a partir del cual necesito seleccionar, los sitios de emplazamiento sobre los cuales se va a manifestar la acción, mediante los ritos religiosos y los procedimientos mágicos, y sobre él que recaerá el pensamiento mítico con sus imágenes y sus símbolos. Este concepto involucraba conceptualizar, rediseñar e integrar el medio geográfico, creando un cosmos fusionado con su creación” (C. Sondereguer, 1998).
(DEVORA E. MANUEL, www.sintesys.cl/complexus/revista4/Devora4.pdf)
Recorrer los caminos de La Palma nos permitió conocer el paisaje y su interpretación vernácula, así como elementos ideológicos asociados a la topografía y accidentes naturales que les dan una especial significación. El espacio cultural de cada comunidad es una creación determinada por su relación con la naturaleza definiendo un paisaje significante; los amontonamientos, canales y cazoletas y el arte rupestre juega un rol preponderante en este proceso. El paisaje nos anuncia la manera en que una cultura vive, entiende y acondiciona su territorio, nos conduce al encuentro de las pautas de organización de una cultura en su relación con la naturaleza, acceder a esas pautas (leer la traza) nos abre el camino a la comprensión de la misma. Entender la relación que los primeros habitantes de La Palma mantenían con la naturaleza nos acerca, como no, a nuestra identidad como pueblo heredero de su paisaje.

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