En La Palma no es un hecho insólito la existencia de elementos sagrados. El original sistema desarrollado fue capaz de integrar las hierofanías (conjunto de formas existentes en el mundo a través de las cuales se manifiesta lo sagrado) elementales. Se trata de un procedimiento construido en base a una experiencia lógica simbólica. Y todas esas referencias en la isla de los awara nos conducen al cielo, dispuesto para revelar lo sagrado.
Plinio (escritor, científico, naturalista y militar romano) vivió en el siglo I. Es muy probable que no estuviera en las Islas Canarias, sin embargo consiguió testimonios de fuentes directas a los que dio forma y sentido, a expensas de cometer errores. Fue el primer autor clásico que reconoce la presencia de pobladores en la isla de La Palma y la existencia de un monumento dedicado a una deidad: “alteram insulam Iunoniam appellari, in ea aediculam ese tantum lapide exstructam”, traducido por J. Álvarez Delgado de la siguiente manera: “La segunda isla se llama Junonia y en ella solo hay un pequeño templo erigido en piedra”. Está dedicado a la diosa Juno, la más grande de todas las diosas, formaba parte de la triada capitolina romana (Júpiter, Juno y Minerva) y se representaba como una gran señora, a veces con un cetro.
Las siguientes menciones sobre las creencias de los antiguos habitantes de La Palma se remontan al siglo XIV. Nada más y nada menos que dos cabezas de la Iglesia, los Papas Clemente VI (bula del 1344) y Urbano V (bula del 1369) demostraron con contundencia la existencia de un culto astral entre los aborígenes canarios.
El Papa francés Clemente VI nació en 1291 y fue elegido Papa el 7 de mayo de 1342 en Avignon. Alrededor de 1344, concedió la soberanía de las Islas Canarias al Príncipe de Castilla, Luis de la Cerda, con la condición de que ningún otro gobernante cristiano hubiera adquirido el derecho a su posesión. El nuevo soberano, a quien se le otorgó el título de Príncipe de Fortunia, accedió a introducir el cristianismo en las islas y a pagar tributo a la Santa Sede. La muerte de Luis de la Cerda dejó el Principado en proyecto.
En septiembre del año 1369 el Papa Urbano V hizo pública una bula en la que alentaba la llegada de religiosos a Canarias con el fin de convertir a la fe de Cristo a los infieles canarios. En la Bula “Ad hoc Semper” podemos encontrar la fantástica afirmación de que eran “adoradores del sol y la luna”.
Es imposible entender las antiguas culturas sin sus dioses estelares o es que acaso ¿mintieron los antiguos textos mesopotámicos cuando hablan de las estrellas como dioses? ¿Nos timaron también los escribas y sacerdotes egipcios? ¿Son falsos los códices mayas que relacionan su existencia con las estrellas? ¿Nos engañaron griegos y romanos al crear una mitología estelar? ¿Nos traicionó Herodoto cuando afirmó que los libios adoraban al Sol y a la Luna? ¿Es una burla del veneciano Alvise Ca’da Mosto especificar que los canarios adoraban al Sol, la Luna y otros planetas? ¿No dijo la verdad Valentín Fernández en 1505 al esbozar que los nativos canarios adoraban unos al Sol, otros a la Luna y otros a las estrellas? ¿Falsean actualmente los tuareg cuando consideran y veneran a los astros como sus principales divinidades? Según René Basset (1910), además de las montañas, rocas, cuevas y ríos, los bereberes también adoraban las estrellas y, en primer lugar el Sol. ¿Es casualidad que los antiguos templos del mundo o las catedrales, iglesias y ermitas cristianas adopten un plano de eje E-O, Sol naciente-Sol poniente? Cualquiera lo puede comprobar con una simple brújula.
Plinio (escritor, científico, naturalista y militar romano) vivió en el siglo I. Es muy probable que no estuviera en las Islas Canarias, sin embargo consiguió testimonios de fuentes directas a los que dio forma y sentido, a expensas de cometer errores. Fue el primer autor clásico que reconoce la presencia de pobladores en la isla de La Palma y la existencia de un monumento dedicado a una deidad: “alteram insulam Iunoniam appellari, in ea aediculam ese tantum lapide exstructam”, traducido por J. Álvarez Delgado de la siguiente manera: “La segunda isla se llama Junonia y en ella solo hay un pequeño templo erigido en piedra”. Está dedicado a la diosa Juno, la más grande de todas las diosas, formaba parte de la triada capitolina romana (Júpiter, Juno y Minerva) y se representaba como una gran señora, a veces con un cetro.
Las siguientes menciones sobre las creencias de los antiguos habitantes de La Palma se remontan al siglo XIV. Nada más y nada menos que dos cabezas de la Iglesia, los Papas Clemente VI (bula del 1344) y Urbano V (bula del 1369) demostraron con contundencia la existencia de un culto astral entre los aborígenes canarios.
El Papa francés Clemente VI nació en 1291 y fue elegido Papa el 7 de mayo de 1342 en Avignon. Alrededor de 1344, concedió la soberanía de las Islas Canarias al Príncipe de Castilla, Luis de la Cerda, con la condición de que ningún otro gobernante cristiano hubiera adquirido el derecho a su posesión. El nuevo soberano, a quien se le otorgó el título de Príncipe de Fortunia, accedió a introducir el cristianismo en las islas y a pagar tributo a la Santa Sede. La muerte de Luis de la Cerda dejó el Principado en proyecto.
En septiembre del año 1369 el Papa Urbano V hizo pública una bula en la que alentaba la llegada de religiosos a Canarias con el fin de convertir a la fe de Cristo a los infieles canarios. En la Bula “Ad hoc Semper” podemos encontrar la fantástica afirmación de que eran “adoradores del sol y la luna”.
Es imposible entender las antiguas culturas sin sus dioses estelares o es que acaso ¿mintieron los antiguos textos mesopotámicos cuando hablan de las estrellas como dioses? ¿Nos timaron también los escribas y sacerdotes egipcios? ¿Son falsos los códices mayas que relacionan su existencia con las estrellas? ¿Nos engañaron griegos y romanos al crear una mitología estelar? ¿Nos traicionó Herodoto cuando afirmó que los libios adoraban al Sol y a la Luna? ¿Es una burla del veneciano Alvise Ca’da Mosto especificar que los canarios adoraban al Sol, la Luna y otros planetas? ¿No dijo la verdad Valentín Fernández en 1505 al esbozar que los nativos canarios adoraban unos al Sol, otros a la Luna y otros a las estrellas? ¿Falsean actualmente los tuareg cuando consideran y veneran a los astros como sus principales divinidades? Según René Basset (1910), además de las montañas, rocas, cuevas y ríos, los bereberes también adoraban las estrellas y, en primer lugar el Sol. ¿Es casualidad que los antiguos templos del mundo o las catedrales, iglesias y ermitas cristianas adopten un plano de eje E-O, Sol naciente-Sol poniente? Cualquiera lo puede comprobar con una simple brújula.
La Voz de La Palma, junio 2010.
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