grabados rupestres

donde se unen la tierra y el cielo

donde se unen la tierra y el cielo
En La Palma, la arqueología y la astronomía han cruzado las miradas, unos al suelo y otros al cielo, para coincidir en una misma dirección, interrelacionando las observaciones hasta confirmar la importancia de los atros entre los antiguos habitantes de Benawara.
“adoraban al Sol, la Luna y otros planetas” (Alvise Ca’da Mosto, 1455-1457)

"Quienes tratan de interpretar símbolos en sí mismos miran la fuente de luz y dicen:"no veo nada". Pero la fuente de luz está ahí no para que se la mire a ella, sino para que se mire y vea lo que ella ilumina. E igual pasa con el simbolismo" (Dan Sperber).





lunes, 23 de junio de 2008

Cambio climático en la prehistoria de La Palma

El hombre, de siempre, ha vivido a merced de las variaciones climáticas, adaptándose a los diferentes ciclos, al frío, al calor, a la humedad o a la sequía. El clima es, por lo tanto, un catalizador de la historia humana.
Anota el arqueólogo y antropólogo Brian Fagan que alrededor de 3.800 a.C., el clima se tornó repentinamente más seco, una tendencia que afectó la región del sudoeste de Asia y el mediterráneo oriental durante más de 1.000 años. El clima se volvió más inestable y las aldeas sufrieron ciclos de sequías. En consecuencia el Sáhara conoce un gran período de calentamiento y de aridez extrema que obliga a sus habitantes a depender del ganado y a desplazarse en busca de alimento y agua. Las reses se convirtieron en su verdadera riqueza.
Hacia el año 800 a.C., el clima europeo se tornó abruptamente más frío y húmedo. Fue un repentino enfriamiento que originó grandes cambios en la vegetación, en los que los bosques cedían el sitio a los pastizales. Para el año 500 d.C., las condiciones eran aun más frías. La frontera entre las zonas continental y mediterránea estaba otra vez sobre África del Norte. Y hasta llegó a formarse hielo en el Nilo durante el invierno de 829 d.C. El motivo tal vez fuera una gigantesca erupción volcánica en el año 535 de nuestra era, lo que produjo la más densa y persistente niebla seca que haya sido registrada en la historia. Afectó prácticamente a todo el planeta.
En el año 900 d.C. y durante los cuatro siglos siguientes (denominado Óptimo Climático Medieval), el ecotono mediterráneo se desplazó una vez más hacia el norte y las temperaturas subieron de tal manera que los viñedos llegaron a prosperar en el sur y el centro de Inglaterra.
Las grandes lluvias de 1315 marcaron el comienzo de lo que los climatólogos llaman la Pequeña Era Glacial, un período de seis siglos de constantes cambios climáticos. La actual tendencia al calentamiento comenzó alrededor de 1860.
Resumiendo los datos expuestos hasta ahora y a pesar de que no sabemos el verdadero alcance de las variaciones del clima en Canarias, podemos diferenciar de una manera muy general, siempre a modo orientativo, cinco etapas climáticas durante el tiempo que el hombre se asentó en estos peñascos atlánticos. Las tres primeras se dieron exclusivamente durante la prehistoria, la cuarta abarca el tránsito de la prehistoria a la historia española:
1.- Entre el instante del primer poblamiento de Canarias (siglos III o II a.C.) y el 500 d.C., el clima canario era más frío que en la actualidad.
2.- Entre los siglos VI y X, las condiciones ambientales eran todavía más frías.
3.- Entre los siglos X y XIV, las temperaturas subieron incluso por encima de las actuales.
4.- Esta etapa corresponde a la transición entre la prehistoria y la historia. Comienza en 1315 con una nueva bajada de las temperaturas que dura hasta mediados del siglo XIX. En esta etapa el Ebro llegó a congelarse siete veces, incluso nevó en Santa Cruz de La Palma el 27 de diciembre de 1627.
La mayor parte de estos cambios se deben al desplazamiento del conocido como Anticiclón de las Azores a latitudes más septentrionales, generando una dinámica atmosférica diferente. Los vientos alisios perderían protagonismo y otras masas de aire de diferente procedencia serían más frecuentes. Evidentemente, esto produciría cambios en el tiempo atmosférico e incluso, en la disposición de la vegetación. Dada la particular situación geográfica del Archipiélago, cualquier alteración brusca, como una disminución de las precipitaciones, podría generar en las islas un proceso de desertificación. En caso contrario, un aumento de la humedad provocó alteraciones bruscas con tormentas como la sucedida antes de la conquista castellana en el Barranco de Aguacensio, descrita por el franciscano Abreu Galindo y su trágica repetición en 1957.
La primera ocupación de la isla de La Palma, al igual que el resto de Canarias, fuera como fuere, no ocurrió como una invasión ordenada. Los nuevos colonos llegaron por mar como grupos reproductiblemente viables. Se improvisó una ocupación, bien consentida o forzada, con poco tiempo para adaptarse a las nuevas condiciones medioambientales. Su número era escaso y pronto se dispersaron, adaptándose a los microclimas tan importantes en islas como La Palma. Estos primeros awara fueron gente dura, estoicos, capaces de sobreponerse a un lugar extraño, acomodándose a las temperaturas cálidas de la costa y gélidas de las cumbres.
Una de las claves del cambio climático la podríamos encontrar en los 13 amontonamientos de piedras que se encuentran por debajo de los 2.000 m de altitud: dos en Pico Corralejo (Santa Cruz de La Palma), cuatro en Cabeceras de Izcagua I (Garafía), cuatro en Novanillo, dos en Llano Las Ánimas (Puntagorda) y uno en Cabeceras de Garome (Tijarafe).

amontonamiento de piedras de Izcagua A
La gran mayoría (más de 50) se encuentran por encima de los dominios del pinar, abiertos al cosmos, vigilando la aparición del sol que marca el inicio del Nuevo Año (21 de diciembre). Ahora la pregunta es la siguiente ¿Por qué unos pocos amontonamientos de piedras están hoy integrados en el pinar?
Una buena respuesta o posibilidad estaría relacionada con un descenso de temperaturas y humedad entre los siglos VI y X que obligó al retroceso de los bosques a cotas inferiores, facilitando el desarrollo del matorral. Otro dato de interés es el arqueológico, al constatarse la presencia de restos cerámicos de las fases IIIc y IIId en dos amontonamientos, bien datados en torno a las fechas anteriormente expuestas.

La imagen marca los posibles antiguos confines del bosque de pinar. La línea azul es el límite de los 1.900 m. Los puntos blancos representan los lugares donde se encuentran los amontonamientos de piedras.

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