grabados rupestres

donde se unen la tierra y el cielo

donde se unen la tierra y el cielo
En La Palma, la arqueología y la astronomía han cruzado las miradas, unos al suelo y otros al cielo, para coincidir en una misma dirección, interrelacionando las observaciones hasta confirmar la importancia de los atros entre los antiguos habitantes de Benawara.
“adoraban al Sol, la Luna y otros planetas” (Alvise Ca’da Mosto, 1455-1457)

"Quienes tratan de interpretar símbolos en sí mismos miran la fuente de luz y dicen:"no veo nada". Pero la fuente de luz está ahí no para que se la mire a ella, sino para que se mire y vea lo que ella ilumina. E igual pasa con el simbolismo" (Dan Sperber).





jueves, 6 de septiembre de 2007

Espeleoarqueología volcánica en Fuencaliente, Cueva del Ratón.

(Resumen y adaptación del artículo publicado en la Revista Vulcania nº 6, pp 50-54. 2003)

La espeleoarqueología volcánica es una ciencia específica que estudia la presencia de las culturas antiguas en el interior de las tubos volcánicos, inédito en las islas Canarias hasta el año de 1997 que aparece el primer libro elaborado por tres miembros, del entonces Grupo de Espeleología de Canarias Benisahare, titulado “Conceptos de Espeleología Volcánica Canaria”. Tradicionalmente, los estudios arqueológicos se han centrado en las bocas, desechándose el rico sustrato interior.
La cavidad se encuentra en la vertiente meridional de la Isla, muy cerca de la punta de Fuencaliente, a unos 160 msnm. Se trata de un tubo volcánico construido por las antiguas lavas que dieron lugar al enorme cráter del Volcán de San Antonio, datado por J.C. Carracedo y otros investigadores (1997) en torno a 3-4 mil años. En 1971, las lavas del Volcán Teneguía estuvieron a punto de sepultar la cavidad, penetrando parte de la colada por uno de los extremos superiores, hecho que pudiera deberse a la existencia de alguna grieta o al derrumbe del techo en ese lugar.
La cueva tiene un desarrollo longitudinal de 256 m, con 9 m de desnivel. La boca de entrada, a modo de jameo, se ubica en un pequeño valle de lapilli, rodeada de vegetación autóctona. Ya dentro, nos encontramos en la parte más cómoda del trayecto, una sala donde abundan los restos de lapas, bucios, espinas de pescado, huesos de ovicápridos, de cerdo, fragmentos cerámicos y líticos, sobre todo en los laterales de la cueva, mezclados con las piedras. Gracias a la decoración que presentan la mayoría de los trozos cerámicos podemos ubicarlos temporalmente, aplicando la clasificación de Ernesto Martín y Juan Francisco Navarro, Así, descubrimos muestras de las fases II, IIIb, IIId, IVa y IVb.
A partir de aquí, la caverna se transita a gachas, presentando grandes inconvenientes para avanzar en su reducido espacio. El pasillo sigue dándonos muestras de abundantes restos, destacando un núcleo de “callao” del tamaño de un huevo de gallina. Pronto el pasillo se estrecha, aun más si cabe, mermando la cantidad de restos arqueológicos hasta que llegamos a un lugar más amplio, en el que repuntan los restos óseos y malacológicos.
Después de este corto respiro, seguimos avanzando sobre un estrato de escorias compactas hasta llegar a la sala principal, de unos 7 m de sección y de 1,4 m de altura. Nuevamente son abundantes los restos, a los que unimos trozos de madera y carbón. Aquí destacamos la presencia de microcerámicas y otras de mayores dimensiones, casi todas sedimentadas o incrustadas en el suelo. La más antigua corresponde a la fase II, con carena baja y decorada con acanaladuras verticales formando metopas.
Desde la sala parten de galerías que desembocan en una prolongación superior del tubo volcánico, muy deteriorado por los sedimentos y los derrubios. En la gatera izquierda encontramos cerámica de la fase IV, huesos y lapas. Aunque las mayores sorpresas están por llegar en la cámara superior: considerables restos de vasijas de casi todas las fases, microcerámicas de la fase III, una casi completa de 10 cm de diámetro por 6 cm de profundidad, más restos óseos de ovicápridos, líticos, malacológicos (destaca una lapa de grandes dimensiones pulida por el hombre). Lo más sorprendente fue la presencia de un trozo de cráneo humano sobre la lava, al final del tubo, justo al lado de un escalón o cascada lávica de dos metros.
El resto de los tramos se van estrechando hasta hacer imposible la prospección.
Las conclusiones que podemos sacar son muchas, aunque vamos a sintetizar lo más posible. De entrada descartamos el carácter de vivienda, como mucho podría ser un refugio temporal o habitación marginal en la boca de entrada.
Las dificultades de acceso y la cantidad de restos arqueológicos variados en bruto o herramientas (industria) nos conducen hacia dos argumentos totalmente complementarios: aprovechamiento hídrico y culto a la Diosa Madre.
Visitamos la cueva en distintas estaciones, después de llover y durante períodos secos. En invierno, el agua que gotea por las grietas es abundante, en verano es escasa. Dada la sequía de la zona, es un buen sitio para hacer acopio de agua (regalo de la fecunda Madre).
Por otro lado, sabedores de que es complejo entrar en la mente de aquel pueblo, los ritos y cultos a la fecundidad, a la Gran Madre, no obstante, están perfectamente demostrados en la prehistoria de la isla de La Palma. La abundancia de restos materiales en el interior de la cavidad no se puede explicar de otra manera, sino como una ritualización en forma de ofrendas (Ver anterior entrada en este ismo blog).

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