grabados rupestres

donde se unen la tierra y el cielo

donde se unen la tierra y el cielo
En La Palma, la arqueología y la astronomía han cruzado las miradas, unos al suelo y otros al cielo, para coincidir en una misma dirección, interrelacionando las observaciones hasta confirmar la importancia de los atros entre los antiguos habitantes de Benawara.
“adoraban al Sol, la Luna y otros planetas” (Alvise Ca’da Mosto, 1455-1457)

"Quienes tratan de interpretar símbolos en sí mismos miran la fuente de luz y dicen:"no veo nada". Pero la fuente de luz está ahí no para que se la mire a ella, sino para que se mire y vea lo que ella ilumina. E igual pasa con el simbolismo" (Dan Sperber).





lunes, 10 de septiembre de 2007

Los grabados rupestres de La Zarza y La Zarcita

La zona arqueológica de La Zarza y La Zarcita está formada por cinco estaciones de grabados rupestres. Los conjuntos se sitúan a una cota de 1.000 m de altitud, en las medianías del municipio de Garafía, entre los pagos de La Mata y San Antonio del Monte, ocupando un amplio caboco que se abre en el curso del barranco del mismo nombre, complementado con los petroglifos de la Zarcita, dos en el margen derecho y el resto en el margen izquierdo del barranco del mismo nombre, emisario del primero. El caboco de La Zarza, rodeado de un espeso manto vegetal de transición con elementos de la laurisilva y el pinar, tiene un referente natural como reclamo evocador: una fuente de agua.
Otras tres estaciones, en el margen izquierdo del barranco: El Llano de La Zarza, Fuente de Los Palomos y Fajaneta del Jarito, contienen cada una dos paneles en los que predominan los motivos meandriformes y espirales.
El arte rupestre (arte conceptual que supera lo elemental, lo físico y lo corpóreo) es un tipo particular de vestigio arqueológico cuyo estudio puede brindar información relevante acerca de la actividad humana pasada, tanto específica como complementaria de la que se puede obtener a partir del análisis de los demás restos materiales.
Es notable, desde el punto de vista plástico o gráfico, la nitidez y economía con que los artistas awara, a través de una geometrización de las formas, formularon un lenguaje visual de inusitada belleza y cohesión, en perfecta correspondencia con la estructura del cosmos. Esta conjugación de la abstracción geométrica, más cercana, por así decirlo, a las ideas metafísicas, es paradigmática del símbolo y su función: por una parte, las ideas superiores encuentran en él el recipiente ideal para concretarse y manifestarse en el mundo material, y, por otra, el símbolo, como logra tocar los sentidos, hace posible que el hombre se eleve, a partir de su realidad sensible, hacia otras esferas más sutiles e invisibles, pero al mismo tiempo más reales, de su propio ser. En otras palabras, lo metafísico adquiere, gracias al símbolo, una realidad física; y el hombre, a partir de los sentidos que le muestran esa realidad concreta, y con el apoyo de las energías que han sido depositadas en el propio símbolo, puede experimentar por su intermedio la realidad de ese mundo abstracto, metafísico y espiritual (www.geocities.com/Athens/Atrium/9449/s17amer.htm).
La Zarza pasa por ser uno de los mejores conjuntos de arte rupestre de La Palma, tanto por la amplitud de la superficie grabada, como por la complejidad y desarrollo de los motivos. Por todo ello, se presenta una resolución de 25 de octubre de 1991, de la Dirección General de Cultura, por la que se incoa expediente de delimitación de la zona arqueológica, Bien de Interés Cultural, y el Decreto nº 21, de 4 de abril de 1995. Poco después se construyó el Parque Arqueológico con un Museo de Sitio.
La primera referencia escrita data de 1941. En la década de 1970, los arqueólogos Luis Diego Cuscoy, Antonio Beltrán y Mauro Hernández realizan estudios de interés científico. A finales de la década de 1990, Ernesto Martín dirigió una excavación en dos zonas de las covachas que se encuentran en la base del caboco, descubriendo abundantes restos cerámicos de la fase IV, utillaje lítico, dos fragmentos correspondientes a un recipiente elaborado en madera y restos humanos de un maxilar y fragmentos del frontal y parietal derecho de un solo individuo joven.
Aunque presenta una gran dificultad diferenciar algunos paneles de otros porque están prácticamente unidos, constatamos 39, situados en ambos márgenes del caboco. En el margen derecho los grabados están orientados al ocaso del solsticio de invierno (3 paneles) y al ocaso del solsticio de verano (4 paneles). El grueso de los motivos se sitúa en el margen izquierdo, coincidiendo con los amaneceres del solsticio de verano (18 paneles) y del solsticio de invierno (10 paneles). La Zarcita se sitúa a 500 m al noroeste del anterior, prácticamente en la misma cota. Existen dos estaciones diferenciadas, situadas a ambos márgenes del Barranco de La Zarcita, que hemos diferenciado como Zarcita I y Zarcita II.
La Zarcita I (margen derecho) contiene dos paneles formados por una espiral y espiral con meandros orientados a los ocasos de los solsticios de verano e invierno respectivamente.
La Zarcita II (margen izquierdo) predominan los motivos meandriformes y unas pocas espirales. En total son 20 paneles, de los cuales 15 se orientan al amanecer del solsticio de verano y 5 al amanecer del solsticio de invierno.
Poco más abajo, en el margen izquierdo del Barranco de La Zarza existen otras dos estaciones conocidas como el Llano de La Zarza con un meandriforme orientado al alba del solsticio de invierno y la Fuente de Los Palomos que contiene dos paneles, una espiral orientada al alba del solsticio de invierno y un meandriforme con dos espirales orientado hacia el alba del solsticio de verano. La carga simbólica del arte rupestre está fuera de toda duda, su capacidad para concentrar y transmitir mensajes es compartido por todo el grupo social (colectivización social). Por eso, para acercarnos a su interpretación debemos considerar la configuración social, el sistema económico establecido, el medioambiente, los preceptos religiosos y sus pretensiones; esto es, interaccionar el arte con todos los aspectos de la vida. Los petroglifos fueron la mejor expresión de una fuerza desconocida que se reconoce mediante una fuente de estímulo emocional. Son objetos eternos, como eterno es el movimiento de los astros. Aquí, la arqueología espacial tiene mucho que decir.
Para M. Ester Grebe (http://rehue.csociales.uchile.cl/...) toda concepción de mundo depende de una construcción simbólica de la realidad, la cual es percibida selectivamente por cada actor social en un contexto histórico y sociocultural específico. Dichas construcciones simbólicas se legitiman y validan al generarse consensos activados por los procesos de comunicación y transmisión cultural.
Sus misteriosas formas y su aparente disposición aleatoria despiertan la curiosidad de todos aquellos que observan las piedras sagradas. Siempre tratamos de buscar explicaciones sensatas para solucionar el enigma y llegamos a plantear las más diversas hipótesis sobre su significado genérico y concreto. Nosotros no escapamos a esos modelos especulativos hasta que ¡por fin! encontramos la clave. Las obras rupestres para el ojo inexperto, aparentemente están distribuidas al azar en un determinado espacio. Estas manifestaciones culturales trascienden el contexto de lo estético y autoral propio del arte occidental y siguen unos patrones preestablecidos por la comunidad cultural. Esto es, fueron construidos en relación con el paisaje y con los eventos astronómicos relevantes (los solsticios), visibles desde esos lugares.
Los símbolos celestes, solares y lunares, están estrechamente asociados y constituyen el equilibrio psicológico del individuo y del grupo. Los pueblos arcaicos y tradicionales han utilizado fundamentalmente al símbolo como forma de comunicación, lo que establece una perpetua relación entre el signo y la cosa simbolizada. Todos sus conocimientos se expresan simbólicamente porque sus símbolos sagrados manifiestan de modo real y verdadero las energías que ellos representan y de las que son mediadores. El símbolo es mágico en virtud de la analogía que lo liga indestructiblemente (y lo identifica) con aquello que está simbolizando. Otro ejemplo lo encontramos en la fascinante decoración de la cerámica con motivos geométricos, lineales y puntos. Forman parte de la misma dimensión cósmica, representan el ciclo de la vida y, como emblemas dedicados a Abora, son símbolos protectores y benefactores de la vida.
Ahora queda comprobarlo. Acudir a los amaneceres y atardeceres de unos días previos y posteriores al 21 de junio y 21 de diciembre. Si no queremos esperar o no podemos ir en esas fechas, cualquier día podemos llevar una brújula, nos colocamos delante de cada panel, orientamos el soporte donde están grabados los motivos, teniendo muy en cuenta la gran variabilidad magnética (propia de zonas volcánicas) y comprobar que el sol sale, durante el solsticio de verano, en torno a los 70/80º y en invierno a los 120/130º. El ocaso solar en invierno se produce cerca de los 250º y en verano cerca de los 300º.

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