grabados rupestres

donde se unen la tierra y el cielo

donde se unen la tierra y el cielo
En La Palma, la arqueología y la astronomía han cruzado las miradas, unos al suelo y otros al cielo, para coincidir en una misma dirección, interrelacionando las observaciones hasta confirmar la importancia de los atros entre los antiguos habitantes de Benawara.
“adoraban al Sol, la Luna y otros planetas” (Alvise Ca’da Mosto, 1455-1457)

"Quienes tratan de interpretar símbolos en sí mismos miran la fuente de luz y dicen:"no veo nada". Pero la fuente de luz está ahí no para que se la mire a ella, sino para que se mire y vea lo que ella ilumina. E igual pasa con el simbolismo" (Dan Sperber).





lunes, 17 de septiembre de 2007

La nueva arqueología

La primera mirada sobre la prehistoria de Canarias la pusieron los historiadores, geógrafos, viajeros catalanes, portugueses, árabes, luego los conquistadores y, finalmente, los escritores racionalista y románticos del XVIII, XIX y principios del XX, mucho antes de que el peso de los estudios cayese de forma exclusiva sobre las espaldas de la arqueología académica.Después de unos años prolíferos a partir de la década de 1960, la ausencia de continuidad en los últimos 20 años nos ha llevado a una situación de pobreza a la hora de interpretar los trabajos realizados. Sólo ha habido una cómoda arqueología de sondeos (algunas excavaciones muy puntuales y especialmente cartas arqueológicas sin más reflexión). En este sentido, todo queda reducido a un saber sobre el ser humano individual (como materia) y nunca llegará a ser un saber sobre el ser humano como totalidad.

En efecto, la arqueología europea está en crisis. Debido a sus métodos limitados, sus practicantes se basan en una labor empírica, descriptiva y taxonómica, científicamente desfasada y excesivamente ligada a la cronología estratigráfica. Los arqueólogos historicistas se limitan a acumular el máximo de datos posibles, a menudo como meros técnicos (no científicos) en sondeos estratigráficos de una extensión insuficiente, describiendo hasta el más minúsculo detalle (a veces, sin saber por qué), elaborando así una taxonomía excesivamente dependiente de la tipología lítica, ósea, cerámica, malacológica… y de la tipología cultural con la obsesión de conocer las coordenadas cronológicas. La prehistoria historicista tradicional ni confirma ni refuta, sólo clasifica y describe, olvidándose de la verdadera esencia de las sociedades humanas, que reducen a una colección de artefactos. La adecuación de las estrategias científicas de investigación a la sensibilidad de las culturas tradicionales señala una nueva dirección en la actividad arqueológica y supone un desarrollo que apenas se contemplaba hace unas décadas, cuando se consideraba que la rígida objetividad científica era el destino final de la arqueología।La arqueología oficial predominante en Canarias, por desgracia, es lo que acabamos de apuntar. También es cierto que alguno empieza a hacer algún guiño a la nueva arqueología en sintonía con la hermenéutica, sin darse cuenta.
Ante la falta de avances significativos, para algunos ha llegado el momento de cuestionarse nuevas fórmulas de investigación, buscar una nueva mirada del paisaje arqueológico con una visión menos eurocéntrica y, en una línea holística claramente interdisciplinar, avanzar más allá del fragmentario conocimiento que aporta la vieja arqueología, incapaz de interpretar la sociedad y la finalidad del pensamiento antiguo. Nuestra sociedad requiere personas con la mente abierta, no parcializada, que conozcan la realidad en su totalidad, ya que el nuevo conocimiento puede aparecer en los lugares o formas más insospechados, modificando ideas que fácilmente pueden conformar modelos que la mayoría de los arqueólogos pueden ser poco proclives a cambiar. Esto hace que, quienes tienen la humildad necesaria, se den cuenta de lo poco que realmente saben.
La investigación no es un callejón sin salida. El trayecto puede ser modificado en el momento oportuno, a partir de un progresivo proceso hacia un mejor conocimiento. El investigador va describiendo su destino, el guión de su vida y, como no, su identidad. Manifiesta una responsabilidad que se expresa en voluntad y capacidad de generar cambios, adquiriendo así una libertad que pocos saben valorar. Sin embargo, los que todavía piensan que se ha avanzado y se sabe mucho, deberían ya plantearse dar respuestas a los numerosos interrogantes que sobrevuelan la prehistoria de Canarias.
De una cosa podemos estar seguros, nunca hemos dejado de estudiar para intentar diseminar el pensamiento religioso awara. El centro de nuestro interés es la interpretación como comprensión del sentido del mundo a través de sus expresiones (culturales), alrededor de lo cual todo se organiza. Parte de una estructura dinámica que consiste en independizarse uniéndose a otras ciencias, y en unirse independizándose. Nuestra investigación trata de reivindicar, por medio del trabajo de campo, otra óptica científica basada en el paisaje, la ecología, la astronomía, la antropología genérica, la filosofía cultural, la religión, la geografía, la historia y otras ciencias sociales afines. Hemos soportado frío, calor, días, noches y muchos amaneceres y atardeceres en los más recónditos puntos de la Isla, muchos kilómetros sobre las piernas para comprobar sobre el terreno los pormenores de la ubicación de los hábitats permanentes y estacionales, los lugares sagrados: amontonamientos de piedras, los canales y cazoletas y los petroglifos.
Con la llegada del siglo XXI entramos en una nueva era en la investigación prehistórica en Canarias. Nuestro proceso de trabajo partió casi de cero. De manera casual llegamos a una idea previa que dirigió toda la investigación, aplicando métodos de otras ciencias afines e incluso teóricamente lejanas como la astronomía. Salimos del contexto rígido de la metodología de la ciencia para establecerse como una metodología que busca la comprensión de la verdad, donde y como quiera que se encuentre, mediante la interpretación. Y así llegamos a la confirmación. Ahora todo trasciende y, encima, hemos tomado conciencia. No logramos entender como alguien se puede empeñan en seguir manteniendo, sin ruborizarse, dogmas de realidades tratadas superficialmente, ya superadas; los mismos que se escudan en afirmar, por activa y por pasiva, que el estudio de la prehistoria de Canarias no da para más, practicando el imperialismo científico del “yo tengo la razón, el resto no me interesa”, menospreciando al resto de compañeros de profesión que tienen otras hipótesis de trabajo, otros estudios precisos. En este intrincado mundo de la arqueología, como en otras ramas de la investigación, cada uno va a lo suyo, siendo sus investigaciones “intemporales”, inmunes a los cambios. Con ellos se ha parado la imaginación científica, con ellos no avanzaremos nunca. "El arqueólogo, como el historiador, tiene su propia lista de pecados capitales. El más grave de ellos, además de la comparación desproporcionada, es el anticuarismo, el coleccionismo erudito. O lo que es lo mismo, caer en la mera catalogación y clasificación de objetos como fin último (en lo que caen muchos arqueólogos). La catalogación es necesaria, pero es sólo un instrumento. No podemos quedarnos reducidos a ella. La labor del arqueólogo, si quiere lograr una identidad propia, ha de ser la reconstrucción de ese mundo específico que acabamos de citar, una labor que básicamente está por hacer. En ella ha de estar en una tensión constante entre la ciencia cultural (Historia y Antropología) y la ciencia natural (neurociencia, tecnología, Ecología) debiendo lograr, al igual que en el caso de la analogía, un muy difícil equilibrio”. (http://web.usc.es/~jcbermej/TESTIMONIOS%20MUDOS.pdf)
La arqueología se ha convertido en una cuestión de interpretación personal, en una apropiación territorial que rechaza o silencia ante lo que algunos consideran ingerencias externas por gentes que ellos creen que no conocen las peculiaridades de la prehistoria insular. Cada uno llega a adquirir su campo o territorio de estudio y nadie del gremio interfiere, y si alguien lo hace se le desprecia.
Los investigadores deben y pueden aprender unos de otros, aspirar a ver más allá de las tres reglas aprendidas en la Facultad, salir de los límites que marcan los barrancos, las islas, los mares y descubrir las bases universales y locales en cada caso. Se trata de documentar regularidades en contextos controlables de la actualidad que permitan su extrapolación al registro arqueológico. En Canarias hemos pecado de asumir, sin contrastación, interpretaciones del registro, ni si quiera se lo plantean y aceptan todo tipo de sugerencias, al menos en el ámbito controvertido de la religión. En este tema ha habido poca rigurosidad en la investigación. Lo más que se ha hecho es la descripción de los objetos (lo tangible) sin interesarse lo suficiente por su contexto social. La interpretación del pasado siempre se realiza desde dentro de la propia lógica cultural del investigador. Es más, diríamos que existe una gran frustración por no dar soluciones a cosas elementales de su vida cotidiana y de su pensamiento. “…el desconocimiento en casi todos los casos de sus principios cosmogónicos, o de las creencias más singulares de sus manifestaciones religiosas, no nos permite añadir muchas más cosas…” Antonio Tejera (1998). Es el momento de involucrarse, de pasar de esta fase especulativa (con fundamento) a la reflexiva.
Los yacimientos arqueológicos están donde están por algún motivo, no se deben al azar. Los santuarios, en cualquier cultura, tienen una distribución sobre el terreno muy estudiada. Los investigadores y curiosos pueden pasar por estas obras sin darse cuenta del mensaje cifrado que encierran. Ahí están, siglo tras siglo, contando al aire un estímulo estético, formando parte de la naturaleza, influyéndola y transmitiéndole su sentido y razón de estar ahí. Forman parte del paisaje y de quienes lo contemplan y lo viven.
La naturaleza no es simplemente natural; es también, al mismo tiempo, sobrenatural, es decir, la manifestación de fuerzas sagradas y encarnación de realidades trascendentes.
Cada pueblo tiene su historia específica, eso sí, dentro de una identidad colectiva, en nuestro caso pancanaria y norteafricana. La naturaleza está incorporada a la condición humana por el mismo hecho de ser ella historizada. Será muy útil tener esto en mente cuando hablemos de los problemas en que se meten los arqueólogos que pretenden trabajar “cultura material” prescindiendo del componente cultura, esto es del componente simbólico.
Nuestro esfuerzo de muchos años se ha visto reconfortado. Ahora sabemos que muchas de las respuestas están en el cosmos.

1 comentario:

taburiente dijo...

Oye colega: no paras de escribir.
¿no haces otra cosa?
¿Nos vemos en la Gomera?