grabados rupestres

donde se unen la tierra y el cielo

donde se unen la tierra y el cielo
En La Palma, la arqueología y la astronomía han cruzado las miradas, unos al suelo y otros al cielo, para coincidir en una misma dirección, interrelacionando las observaciones hasta confirmar la importancia de los atros entre los antiguos habitantes de Benawara.
“adoraban al Sol, la Luna y otros planetas” (Alvise Ca’da Mosto, 1455-1457)

"Quienes tratan de interpretar símbolos en sí mismos miran la fuente de luz y dicen:"no veo nada". Pero la fuente de luz está ahí no para que se la mire a ella, sino para que se mire y vea lo que ella ilumina. E igual pasa con el simbolismo" (Dan Sperber).





jueves, 30 de agosto de 2007

7 errores en la prehistoria de La Palma

Tradicionalmente, la Prehistoria de La Palma ha sido abordada desde una óptica exclusivamente arqueológica (estudio de yacimientos individualizados, su entorno próximo, las tipologías y cronologías) con una mentalidad científica europeísta, extraña a la esencia de una cultura ancestral. No ha habido o adolece de un equilibrio entre los intereses teóricos y los prácticos. Tan sesgada manera de ver las cosas facilitaron la promulgación de hipótesis de trabajo y conclusiones con muchos errores.
La mirada sobre la prehistoria de Canarias y, en concreto, La Palma, primero la pusieron los historiadores y geógrafos grecolatinos, más tarde los viajeros catalanes, portugueses, árabes, luego los conquistadores y, finalmente, los escritores racionalista y románticos del XVIII, XIX y principios del XX, mucho antes de que el peso de los estudios cayese de forma exclusiva sobre las espaldas de la arqueología académica. Después de unos años prolíferos a partir de la década de 1960, la ausencia de continuidad en los últimos 15 años nos ha llevado a una situación de pobreza a la hora de interpretar los trabajos realizados. Sólo ha habido una cómoda arqueología de sondeos (especialmente cartas arqueológicas sin más reflexión). El arqueólogo que posee sólo un fragmento del conocimiento es incapaz de interpretar la sociedad y la finalidad del pensamiento antiguo, su vacío intelectual le lleva a banalizar los trabajos que no están en su corriente de estudio. Mientras sigamos apegados a la concepción tradicional de la Arqueología, ésta se reducirá a un saber sobre el ser humano individual (como materia) y no llegará a ser un saber sobre el ser humano como totalidad

1.- Benahoaritas, auaritas, awara.
El fraile franciscano Abreu Galindo (visitó la isla de La Palma a finales del siglo XVI) fue el primero que apunta la nomenclatura “benahoare” para referirse a la tierra de los awara. El ilustre Viera y Clavijo, en el siglo XVIII, recoge la variante “benhahoave”. El comerciante británico George Glas, los descubre como los “Beni-hoare”, situándolos también en el Atlas. En la siguiente centuria, Sabin Berthelot menciona a la gran confederación de los “haouarah”.
La aportación del exmilitar y aventurero francés Charles Foucauld nos parece bastante interesante al exponer el correspondiente etnónimo de la célebre tribu “huara”, repartida por el centro y oeste del Atlas, antaño habitantes del Fezzan libio. Según el autor, esta voz se vincula al vocablo Ahaggar (tuareg noble) que da nombre al famoso macizo central sahariano, puesto que la “u” y la “w” se presentan con frecuencia como doble “g”; de este modo, huara se transformó en agra, sinónimo de noble.
Huwara, hoara, hoare, hoara, haouara, hawwara, hawara o awara corresponde a las diferentes variantes del etnónimo de la misma comunidad norteafricana en diferentes momentos históricos En la actualidad, los arqueólogos emplean los etnónimos auaritas y benahoaritas indistintamente sin ponerse de acuerdo y sin explicar por qué lo usan.
Desde la antigüedad clásica (Grecia y Roma) se empieza a emplear el -ita, así como de su uso para gentilicios. Las vacilaciones morfológicas afectan sobre todo a los sufijos utilizados en la formación de gentilicios. Es frecuente también el uso para formar gentilicios semíticos (árabes, hebreos, etc.) el sufijo -ita. El sufijo es un elemento que se pospone a la palabra para formar otra y que le añade significación.
Pues bien, el sufijo -ita es una castellanización que ya está lexicalizada en referencia a la “comunidad de”, o sea, que sobra cuando se le añade el otro prefijo o raíz -ben, también lexicalizado en el mundo bereber al referirse a “madre de”, “hijo de”, “los (lugares) de” o “territorio de” acompañando exclusivamente a los antropónimos y referido al grupo o afiliación con carácter manifiesto de identidad.
De toda esta confusión de términos, el que creemos más cercano a los orígenes del pueblo y el que más fácil se adapta a nuestra forma gramatical castellana es el de awara, donde la “w” se pronuncia como “ua”. Si awara define a los primeros pobladores que habitaron la isla de La Palma, Benawara es su tierra; esto es, la “tierra de los awara (los nobles)”. El nombre propio a partir de la denominación popular le está asociado. Se convirtió pues en sinónimo de “noble” derivado de “ahouaren”.

2.- Fases cerámicas y horizontes culturales
La cerámica es la referencia clave en la arqueología palmera para observar la evolución y los cambios culturales producidos a lo largo de los casi dos milenios de ocupación aborigen. Gracias a los análisis sobre material cerámico procedentes de las excavaciones de Los Guinchos, El Humo, Belmaco, Roque de La Campana (Mazo), Los Pedregales (Los Llanos de Aridane), El Rincón (El Paso), La Palmera, La Higuera (Barlovento) y Roque de Los Guerra (Mazo), y a los excelentes resultados obtenidos en el yacimiento del Tendal (San Andrés y Sauces), los arqueólogos J. F. Navarro y Ernesto Martín (1985-1987) plantearon un proceso evolutivo manifiesto en las pastas, tratamientos, morfología, técnicas y motivos decorativos. De este modo, la secuencia evolutiva de la cerámica awara, integrada por cuatro fases y seis subfases, es utilizada como referencia cronológica para fijar diacrónicamente otros procesos culturales:
* Fase I. Es la más antigua y presenta pastas de tendencia anforoide esférica o paraboloide, semiesférica o troncocónica. Prácticamente carecen de decoración.
* Fase II. Se imponen las formas troncocónicas y cilíndricas. La decoración es acanalada o incisa formando haces verticales que se prolongan por el fondo en torno a un botón de relieve. Se la conoce como cerámica de metopas.
* Fase III. Sufre un lento proceso evolutivo en cuatro subfases:
- IIIa. Vasos cilíndricos y troncocónicos con decoración acanalada e impresiones dispuestas en bandas horizontales, tenues relieves y punteados.
- IIIb. Formas compuestas con carena baja o media y semiesféricas. La decoración en relieve es muy acusada, impresa y acanalada en motivos curvilíneos y rectilíneos. Aparecen algunas vasijas con asa decoradas por los dos lados.
- IIIc. Tendencia esférica o paraboloide con carenas altas cercanas al borde y decoración exclusiva en el tercio o mitad superior del recipiente, destacando el óvalo como motivo más significativo.
- IIId. Igual tendencia con decoración acanalada y relieve de motivos curvos, especialmente semicírculos concéntricos en el tercio o mitad superior del vaso.
* Fase IV. Vasijas con tendencia elipsoide y esférica distribuidas en dos subfases:
- IVa. La decoración abarca todo el espacio con impresiones e incisiones de variada tipología –peine, punteado y surco-.
- IVb. Los motivos decorativos se reducen a incisiones continuas y discontinuas e impresiones de punteado dispuestas en bandas horizontales alternantes, muy finas, que ocupan toda la vasija.
Los citados arqueólogos establecieron dos horizontes culturales: el período antiguo, de influencia magrebí, abarcando las fases cerámicas I, II y III y el período reciente, coincidente con la fase cerámica IV, que supuso una ruptura en el proceso evolutivo anterior. Consiguieron establecer el modelo en el registro arqueológico e interpretaron una supuesta arribada de un nuevo contingente de población, sin confirmar documentalmente ni arqueológicamente. Desarrollaron un procedimiento partiendo de una idea preconcebida para estudiar el registro arqueológico que les permitió hacer una observación relevante sobre el aspecto que querían dilucidar: una supuesta nueva arribada de gentes procedentes de la zona sahariana.
Es cierto que la expansión árabe en el norte africano provocó movimientos bruscos de población, pero no creemos en un drástico cambio técnico en las formas decorativas de la cerámica puesto que eso hubiera significado previamente una revolución cultural que no se dio en ninguno de los contextos materiales. En su momento, no tenían datos y restos de vasijas que continuaban reduciendo el tamaño de los vasos, desapareciendo la carena y con una decoración que se extiende por todo la superficie exterior, primero mezclando motivos decorativos de círculos concéntricos con incisiones continuas y punteados hasta llegar a la nueva modalidad característica de la fase IV. Esto lo hemos podido comprobar in situ observando vasijas enteras o fragmentos en diferentes yacimientos superficiales de la Isla. Por otro lado, buscar paralelos africanos a estas alturas, en cierto modo, es darle la espalda a la propia evolución local.

3.- El significado de los amontonamientos de piedra
En los años de 1970, el arqueólogo Mauro Hernández observó estas construcciones confundiéndolas con estructuras de cabañas. En la década siguiente se llegó a advertir el posible carácter ritual, aunque con una denominación errónea al asignarles el apelativo de “aras de sacrificio”, luego “aras” a secas y hoy las denominamos simplemente amontonamientos de piedra.
Hasta hace muy poco tiempo nadie se pronunciaba sobre los motivos de la presencia de estas estructuras en las cumbres de la Caldera de Taburiente. Últimamente hemos leído que podrían estar relacionados con ritos de tránsito entre la adolescencia y la edad adulta, proyectando rituales que se celebraban en algún lugar del continente africano.
En las cumbres más altas, la tierra deja de ser terrenal y se funde con el firmamento. La montaña es el templo más sagrado, eje astronómico y punto central donde Abora se reencuentra todos los años. Toda construcción ritual obedece a una tradición religiosa. Estas piedras, que parecen solamente objetos pétreos, tuvieron un enorme simbolismo mágico, ya que no se trataba únicamente de una ofrenda dedicatoria a la construcción, sino que iba mucho más allá, hacia la evocación de un ritual ancestral que demostraba el poder sobre el tiempo y el espacio.
Los amontonamientos engloban una noción de encuentro y de frontera, así como otros conceptos relacionados de carácter simbólico. Aquellos lugares que configuraban o representaban puntos de transición entre un espacio y otro tenían una connotación especial. Lugar de hermanamiento con el sol, asociado a su localización en un punto destacado de la topografía. Pilares o columnas que permitían medir la posición solar anual al permitir calcular la llegada del solsticio de invierno y establecer el resto de las actividades cotidianas y festivas. Estos lugares se constituían, además, en espacios sagrados y en espacios divinizados, especialmente en aquellos momentos del año en que los astros celestes pasaban o “se sentaban” allí. Las estructuras de piedra fueron construidas perfectamente para predecir y avistar la alineación astronómica del solsticio de invierno mediante un circuito bien estructurado con todos los picos más elevados en el terreno entre Fuente Nueva (Garafía) y Pico Palmero (Tijarafe), incluyendo el Teide y Los Roques (Santa Cruz de La Palma).

4.- La temática formal (clasificación) de los grabados rupestres
La atracción mágica que despierta el misterio de estos símbolos es enorme, y así lo debió entender Mauro Hernández en la década de 1970, cuando clasificó por primera vez la temática formal del arte rupestre, a la que se sumaron el resto de los investigadores. La planteó en tres categorías que presentan parámetros culturales y cronológicos diferentes: grabados cruciformes y naviformes, alfabetiformes e ideogramas geométricos.
Últimamente, el arqueólogo Ernesto Martín parece desvincularse de esa clasificación y la reduce a dos: geométricos y alfabetiformes. Se acaba de dar cuenta ahora de lo que nosotros habíamos adelantado hace ya más de una década.
Nuestra propuesta fue publicada en 1997, “la vida sagrada de los benahoaritas”, siendo ignorada por los arqueólogos e investigadores en publicaciones posteriores, al seguir reproduciendo el planteamiento de Mauro Hernández de los años de 1970. No tenemos ninguna duda en catalogar los grabados rupestres prehispánicos de la isla de La Palma en tres categorías:
1.- Geométricos (más del 99 % del total).
2.- Alfabetiformes (menos del 1 % del total).
3.- Antropomorfos (menos del 1 % del total).

5.- Tajodeque
Nos situamos en lo alto de Pico Palmero, una mole pétrea de 2.306 m. de altitud que forma parte del circo de La Caldera de Taburiente, en el municipio de Tijarafe. Te sientes muy pequeño en este paisaje tan envolvente, majestuoso, con enormes paredones que se precipitan hacia el interior del gran cráter. El Espigón Atravesado te dirige hacia un destacado morro de piroclastos compactado puesto al descubierto por la erosión en una cota cercana a los 2.150 m.s.n.m. El lugar conocido como Tajodeque nos descubre un terreno muy abrupto, salpicado de materiales vidriosos de fácil exfoliación, plantas autóctonas con floraciones de cromática belleza y abundantes huellas de la presencia aborigen en forma de restos cerámicos y grabados rupestres.
Hace ya muchos años que el investigador Álvarez de Abreu (1964) afirmaba que en Tajodeque había un grabado alfabetiforme con un signo sahariano típico, interpretándolo, sin asegurar que se trate de una fórmula o topónimo en tuareg manamselti, como “boca de paso o de salto”. Todavía hoy, los estudiosos la siguen empleando como si esa fuera la traducción de los paneles existentes. Tajodeque es un topónimo que aduce a “paso [en altura] de la cueva sagrada”.
En las escrituras de Tajodeque se emplean 14 signos en 35 ocasiones, de apariencia diferenciada, aunque muchos son variantes o parte de la misma significación. Según los arqueólogos que han estado en Tajodeque sólo hay 3 inscripciones tifinagh. Es deslumbrante la miopía. Hace ya muchos años que hemos publicado la existencia de 4 paneles y nadie parece reconocerlo.
Cuevas hay muchas en La Palma, pero la de Tajodeque mira a la salida del sol durante el solsticio de verano. Motivo por el que se decoró con frases alusivas a la Gran Madre Sol. Las letras se encuentran en conexión con lo sagrado, forman palabras y éstas componen oraciones, un hecho religioso importante que se llegó a perpetuar.

6.- Lomo Boyero
Este es uno de los yacimientos arqueológicos más controvertidos, al estar compuesto por grabados rupestres nada habituales en la isla de La Palma. Presenta una iconografía diferente a la generalización geométrica y la escritura, siendo señalado por L. Diego Cuscoy en 1971 como signos cristianos contemporáneos a la colonización de la isla o poco después, atribuyéndolos a pastores indígenas ya cristianizados. Dos años más tarde aparece catalogada por el arqueólogo palmero Mauro Hernández como cruciformes. Según el autor, fueron realizados después de la conquista y representan cruces, como símbolo mágico-religioso cristiano, descartando la posibilidad de que se trate de antropomorfos. Mauro Hernández supone que las cruces de Breña Alta (Lomo Boyero) pudieron servir para cristianizar antiguos lugares de brujería, amparándose en una interpretación de los mandatos del obispo García Jiménez. Las siguientes investigaciones realizadas por J.F. Navarro y E. Martín en 1987 y F.J. de la Rosa en 1991 no dudan en catalogarlas como históricas.
Entonces, por qué los mismos autores la incluyen dentro de la triple clasificación de arte rupestre prehispánico. En una contradicción de gran calado.
Es cierto que existe una mezcla de grabados prehispánicos y otros históricos que intentan imitar las supuestas cruces que nuestros pastores y agricultores advirtieron.
En 1993 publicamos un estudio que demuestra que son representaciones antropomorfas, cuya prueba de fuego la reproducimos en 2006 al confirmar la orientación solsticial.

7.- El significado de los grabados rupestres
Tradicionalmente, los arqueólogos se han fijado en aspectos no siempre determinantes, como la forma del dibujo, la técnica de ejecución, la profundidad del picado sin profundizar en lo relevante. Las aportaciones al significado de estas obras hacen énfasis en la ambigua (equívoca, enigmática, críptica) naturaleza que, en vez de ser considerada un fracaso de comprensión, dentro de las prácticas contemporáneas de interpretación arqueológica, se considera constitutiva de su sentido, que envuelve una tergiversación a fin de establecer relaciones, hacer conexiones y establecer significaciones.
Repasando el repertorio de conclusiones sobre los posibles significados de los petroglifos de La Palma encontramos una amplia oferta especulativa para todos los gustos:
A) Genéricos: relacionados con la actividad pastoril, culto a la fertilidad, prácticas mágicas propiciatorias…
B) Concretos: representaciones topográficas del terreno, demarcaciones de campos de pastoreo, demarcaciones de propiedad, señalización de rutas pastoriles, culto a las fuentes, al agua y al sol...
La aplicación de nuevas técnicas como la arqueoastronomía y la arqueología del paisaje entre otras, demuestran que las obras rupestres fueron construidas con una finalidad diferente a las propuestas vigentes.
Son representaciones cosmomórficas (el arte del cosmos) al demostrarse que las caras de las piedras donde se grabaron miran al sol en sus extremos (los cuatro pilares solsticiales, ortos y ocasos de la navidad y el verano). Cada espira, cada meandro, cada círculo o semicírculo... son una vuelta al punto de partida y un avanzar hacia el futuro, siempre en movimiento, siempre se repite y nunca es el mismo (los solsticios, el ciclo del sol cada 6 o 12 meses) Los grabados representan la entrada en el mundo de la espiritualidad. No sólo representan el ciclo de la vida; eran también sus depositarios.

1 comentario:

Jorge López dijo...

No puedo menos que felicitarte por realizar y difundir este estupendo trabajo.

Mis mejores deseos de felicidad y progreso