grabados rupestres

donde se unen la tierra y el cielo

donde se unen la tierra y el cielo
En La Palma, la arqueología y la astronomía han cruzado las miradas, unos al suelo y otros al cielo, para coincidir en una misma dirección, interrelacionando las observaciones hasta confirmar la importancia de los atros entre los antiguos habitantes de Benawara.
“adoraban al Sol, la Luna y otros planetas” (Alvise Ca’da Mosto, 1455-1457)

"Quienes tratan de interpretar símbolos en sí mismos miran la fuente de luz y dicen:"no veo nada". Pero la fuente de luz está ahí no para que se la mire a ella, sino para que se mire y vea lo que ella ilumina. E igual pasa con el simbolismo" (Dan Sperber).





viernes, 31 de agosto de 2007

La ocupación del espacio: los asentamientos

La elección de un territorio idóneo para asentarse de una manera estable viene definido por un conjunto de factores físicos indispensables como la geomorfología, los microclimas, el agua, los recursos naturales existentes e incluso las facilidades de acceso a las áreas de captación de recursos, entre otros, y los de índole social o cultural. La agregación y la dispersión estacionales se reflejan en el propio patrón de asentamiento descrito arqueológicamente mediante campamentos permanentes, normalmente pequeños en cuevas y cabañas, y los campamentos estacionales, de escasa capacidad. Los awara no tenían ninguna ciudad, ni siquiera una idea de centro, predominaban algunos complejos de cuevas en Los Guinchos (Breña Alta), Cuchillete de San Juan (San Andrés y Sauces), barrancos del Rincón y de Torres (El Paso), La Luz (Garafía), Los Gomeros (Tijarafe), El Roque (Puntagorda)…, siendo la nota dominante la dispersión territorial.
Al mantener una cultura material reducida a las mínimas necesidades de supervivencia y, por su propio carácter de nómada, la gente de entonces no llegó a levantar grandes construcciones arquitectónicas. La vivienda dependía más de lo que le ofrecía la naturaleza, apenas incidía sobre el paisaje, se adaptaba al medio y encajaba en la naturaleza con lo que el medio les proporcionaba: cejos, abrigos y cuevas que apenas se retocaban y las cabañas, construidas con elementos naturales como la piedra en muros y madera para sus techumbres. Éstas van apareciendo como avergonzadas o temerosas de imponerse en el medio con el cual se funde mediante diseños que pasan desapercibidos entre las piedras y los matorrales.
No se puede generalizar una pauta de ocupación para toda la Isla; después de valorar los aspectos físicos condicionantes, la elección de las cuevas venía marcada por su habitabilidad, seleccionando aquellas mejor dispuestas, de fácil acceso, más espaciosas, luminosas y ausencia de humedad, tanto en los tramos inferiores como superiores de los barrancos; eso sí, dispersas en torno a los mejores pastizales. Esta dinámica se rompe en el ecuador cultural (inicios de la fase cerámica IV), cuando empezaron a ocuparse otras cavidades más estrechas e incómodas al aumentar la población y, por lo tanto, la presión sobre el medio. En los sitios donde no había cuevas y las condiciones de subsistencia eran buenas se construían poblados de cabañas; en zonas de aprovechamiento estacional como por ejemplo las cumbres, se resolvía el problema del hábitat acondicionando cejos y construyendo refugios temporales.
Las muestras de ocupación más prolongada, desde un principio, se encuentra en zonas bajas, en las cercanías al mar, mediante la construcción de cabañas sobre la superficie resguardada por las coladas lávicas y aprovechando las cuevas existentes. Los motivos parecen estar relacionados con la escasa población humana y animal, con el desconocimiento del nuevo territorio y el aprovechamiento de un recurso fundamental como es el mar.
A partir de la fase cerámica II los asentamientos se van a ir escalonando en altitud, aunque todavía teniendo el mar muy cerca. Es en la siguiente etapa (fase III) cuando los asentamientos se van a situar mayoritariamente entre los 300 y 500 m. de altitud, coincidiendo con las zonas de máxima concentración de cuevas naturales, lugares de pastoreo habitual y junto a las vías naturales de comunicación. Por último, durante la fase IV, nos vamos a encontrar asentamientos que superan los 600 m. y, excepcionalmente, los 1.000 m. mediante la construcción de cabañas bajo el pinar de las suaves pendientes de los montes del municipio de El Paso.
Por encima de estos referentes altitudinales se aprovechan los refugios naturales (cuevas y covachas), se construyen cabañas aisladas, que cuando sobrepasan las cuatro o cinco estamos hablando de campamentos estacionales de pastoreo.
Los primeros cálculos aproximativos nos demuestran que en torno al siglo X, correspondiente al cambio de fase cerámica III/IV, se podrían estar habitando continuamente y a la vez más de 500 cuevas y un centenar de cabañas. Cantidad variable a la que debemos añadirle más de 50 dependencias-refugios (cuevas, covachas, cejos y cabañas) ocupadas ocasionalmente en los meses de estío en las altas medianías y cumbres. Según el arqueólogo Ernesto Martín (1992), estos asentamientos son estables en la medida que se perpetúen las condiciones que motivaron su elección, de manera que la existencia de períodos recesivos provocarían cambios de residencia eventuales o el abandono de determinadas zonas para instalarse en otras más propicias. A situaciones de este tipo parecen responder las ausencias que registra en momentos determinados la secuencia cerámica de la Cueva del Tendal, Belmaco, El Humo y Los Guinchos, donde la existencia o escasez de determinados tipos cerámicos podría ser sintomático del abandono temporal del yacimiento. A pesar de todo, gracias al dinamismo y a la eficacia de sus moradores, Benawara sobrevivió superando todos los ecosistemas.
Encajando todas las piezas formamos un sistema global de uso de la tierra. La distribución de las viviendas en el espacio, la organización del trabajo, el uso previsto de un lugar y la distancia entre cada unidad es parte de un sistema global de subsistencia.
Por último, diferenciamos, a grandes rasgos, tres espacios bioecológicos que coinciden con sendas zonas altitudinales de la Isla:
1.- Hábitat permanente de costa, situado aproximadamente entre la orilla del mar y los 500 m. de altitud, de clima suave, combinando cuevas y poblados de superficie, destinado a la explotación de los recursos costeros.
2.- Hábitat estacional de medianías altas, situado entre los 800 y los 1.600 m., de clima más húmedo y fresco; se desarrolla mediante poblados mixtos, tanto de superficie como de cavidades, para la explotación de los recursos del sotobosque del pinar con predominio de la cabaña.
3.- Hábitat estival de alta montaña, situado en los límites superiores del bosque de pinos, de clima riguroso, detectable por los agrupamientos de cabañas (campamentos base), y ocupación de cejos y cabañas individuales cercanos a la crestería; su objetivo es la explotación de los recursos forrajeros desde finales de la primavera hasta bien entrado el otoño.

No hay comentarios: