Para empezar, una norma común en los perfiles de la subsistencia es la eficiencia. Como estrategia está inversamente relacionada con su intensidad. Allá donde las densidades de población son bajas, la eficiencia es alta y la atracción relativa por la agricultura se ve disminuida. A esto debemos añadirle el reducido espacio físico de una isla como La Palma, junto a su pronunciada geomorfología, los microclimas, etc.
¿Es necesario un sistema agrícola desarrollado para alimentar a pequeñas poblaciones? La respuesta es rotunda: no. Ahora bien, hasta las más sencillas sociedades de cazadores y recolectores saben que una semilla germina cuando se siembra. Pero esto requiere la roturación de terrenos, plantarlos y cuidarlos, trabajo agotador que absorbe mucho tiempo y esfuerzo, infinitamente más que los que emplean estrategias básicamente recolectoras.
Anteriormente habíamos demostrado que la dieta de pueblos pastores y recolectores como el awara era mejor que la de otros pueblos agricultores como los de Tamarán (Gran Canaria), que la muerte por inanición era infrecuente, y que, en general, tenían mejor salud y padecían menos enfermedades crónicas y muchas menos caries dentales. Felipe Fernández-Armesto (2002) se pregunta entonces ¿Para qué cultivar? ¿Por qué renunciar a la semana de trabajo de veinte horas y a la diversión de la caza para afanarse bajo el sol? ¿Por qué esforzarse más para tener una comida menos nutritiva y un abastecimiento más caprichoso? ¿Por qué abrir el paso a las hambrunas, plagas y epidemias, y vivir con falta de espacio?
Es cierto que las poblaciones prehispánicas de Gran Canaria o Tenerife aumentaron con la práctica de la agricultura, pero lo más probable es que fuera más una consecuencia que una causa al poseer mejores recursos. Es decir, que la abundancia y no la escasez fue el requisito para que se produjera esta transformación. Resulta desconcertante, y vamos a darle un giro al tema, como los pobladores de Gran Canaria optaran por la agricultura si el medio trabajaba favorablemente. Entonces ¿Por qué se cambió? Para sobrevivir. La práctica agrícola fue una consecuencia, no una causa, de los cambios sociales acaecidos. Una vez que la agricultura se ha puesto en marcha y ha comenzado a fomentar el crecimiento demográfico, concluye Fernández-Armesto, las concentraciones de población son demasiado grandes para poder mantenerse de otro modo.
El milagro agrícola tuvo también su lado negativo. En Gran Canaria no hizo que la gente viviera más tiempo ni que estuviera más sana. Se creó una forma de tiranía capitaneada por una oligarquía que procesaba y almacenaba para organizar su producción y regular su distribución. Estos excedentes de alimentos exigían estructuras de poder; había que defender la propiedad y, todo ello, dejó muchas ruinas en la Isla.
En consecuencia, el entorno físico de La Palma era inadecuado para el desarrollo de cultivos. Las técnicas agrícolas no formaban parte del sistema económico aborigen. Su presencia, en los momentos iniciales del poblamiento, fue testimonial. Nos lo había advertido hace mucho tiempo Abreu Galindo cuando afirmaba rotundamente que en los momentos de la conquista, no había en la Isla ni trigo, ni cebada ni otros granos, ni sabían los nativos que cosa eran.
El registro arqueológico es prácticamente nulo, con la excepción del yacimiento del Tendal (San Andrés y Sauces). Durante la campaña de excavaciones de 1987 se encontraron un conjunto de semillas calcinadas que nos hacen pensar en la práctica sesgada de alguna forma de agricultura. La presencia de semillas llega evidentemente como resultado de una actividad humana, no tiene por que ser agrícola. En concreto se encontró trigo, cebada, dos granos de lentejas, tres semillas de habas, una cápsula de malfurada y otras de especies silvestres recolectadas propias de los pisos termófilos y monteverde, asociadas a las fases cerámicas I y II. A diferencia del polen, las semillas no suelen reflejar bien el entorno del yacimiento en el que se localizan, pues sólo se conservan las que se carbonizan y por lo tanto su presencia se relaciona con las actividades económicas y con el modo de subsistencia del grupo que allí habitó.
Nunca han aparecido en La Palma piezas tradicionales que se pudieran relacionar directamente con la agricultura como son, por ejemplo, hoces o cuchillos. Bien es verdad que esto no supone una aplicación técnica obligatoria, pues la recolecta se puede hacer manual. Sí que han aparecido útiles de molienda –molinos circulares y algunos cantos a los que se le pudiera atribuir funciones de machacado o moledero-, aunque con pretensiones o atribuciones más amplias, pudiendo participar en tareas de transformación de materias primas de naturaleza diversa, incluida la molienda de raíces, semillas, hojas… recolectadas.
El potencial agrícola de Benawara era incapaz de mantener cultivos susceptibles de originar una productividad suficiente para hacer frente a las necesidades de la población. Es probable que en los primeros momentos de la prehistoria insular se necesitara del cultivo para compensar el escaso número de cabezas de ganado imprescindibles para una buena alimentación. Una vez que la cabaña ganadera crecía se fue abandonando progresivamente la agricultura. Es difícil determinar, en todo caso, cual era el verdadero papel de la agricultura en las estrategias de aprovechamiento del medio. Igualmente difícil es establecer una evolución de la actividad en los modos de organización económica.
Ser pastor y agricultor a la vez no era ni es una rareza, simplemente es ser práctico mediante un sistema flexible que permitiera, en algunos momentos, dedicar parte de su tiempo a cultivar pequeños sembrados cercanos a los hábitats permanentes. El awara jamás hizo el esfuerzo de cultivar y construir a una escala que desafiara a la naturaleza. Nadie piense que estos pastores tuvieran una forma de vida atrasada frente a la más avanzada agrícola de Gran Canaria como tradicionalmente se ha venido afirmando. Muy al contrario, hemos demostrado que la trasterminancia fue la fórmula idónea para sobrevivir y estar mejor alimentados, resultado de una especialización surgida ante el reto de la vida. Es el principio del mínimo esfuerzo y riesgo.
donde se unen la tierra y el cielo
“adoraban al Sol, la Luna y otros planetas” (Alvise Ca’da Mosto, 1455-1457)
"Quienes tratan de interpretar símbolos en sí mismos miran la fuente de luz y dicen:"no veo nada". Pero la fuente de luz está ahí no para que se la mire a ella, sino para que se mire y vea lo que ella ilumina. E igual pasa con el simbolismo" (Dan Sperber).
"Quienes tratan de interpretar símbolos en sí mismos miran la fuente de luz y dicen:"no veo nada"
jueves, 30 de agosto de 2007
La agricultura, una consecuencia social
Publicado por Miguel A. Martín González en 11:23
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