grabados rupestres

donde se unen la tierra y el cielo

donde se unen la tierra y el cielo
En La Palma, la arqueología y la astronomía han cruzado las miradas, unos al suelo y otros al cielo, para coincidir en una misma dirección, interrelacionando las observaciones hasta confirmar la importancia de los atros entre los antiguos habitantes de Benawara.
“adoraban al Sol, la Luna y otros planetas” (Alvise Ca’da Mosto, 1455-1457)

"Quienes tratan de interpretar símbolos en sí mismos miran la fuente de luz y dicen:"no veo nada". Pero la fuente de luz está ahí no para que se la mire a ella, sino para que se mire y vea lo que ella ilumina. E igual pasa con el simbolismo" (Dan Sperber).





viernes, 31 de agosto de 2007

Canales y cazoletas o el principio de reciprocidad. Ritual de comunión y alimento de Abora

Uno de los ritos ceremoniales de comunión comprobados por la arqueología resulta coherente dentro del sistema de creencias. El recurso del ritual está muy extendido entre los pueblos ancestrales, unos de manera ordinaria a lo largo del calendario cósmico y otros excepcionales, ejecutados en períodos de crisis. La propia naturaleza actúa como objeto simbólico y como tal, es objeto de comunicación. Nos encontramos ante un tipo de construcción universal, propios de las culturas antiguas.
Hasta hace muy pocos años, los estudios arqueológicos en Canarias no habían prestado atención al conjunto de cazoletas y canalillos (hoyos de diferentes tamaños excavados en la toba volcánica y sobre el propio basalto, muchos de ellos comunicados entre sí mediante canales artificiales). Aquí los artistas actúan libremente, adaptándose a la fisonomía de la roca. Es tan poca la atención prestada a este tipo de manifestaciones sagradas que la arqueología actualmente los sigue situando en lugares altos haciendo una lectura errónea de las palabras de Leonardo Torriani (siglo XVI) cuando afirmaba que los aborígenes hacían derramamientos de leche y manteca en las cimas de las montañas. Torriani seguramente se refería a los santuarios de amontonamientos de cumbre, no a los canales y cazoletas, muy escasas en esas cotas. Este tipo de yacimientos son típicos de zonas bajas, en las cercanías de los poblados permanentes. Se ubican allí donde el material es más blando (tosca o toba volcánica), cuando coincide su orientación con el solsticio de verano, en las laderas de los barrancos (Puntagorda), vertientes de alguna montaña (Montaña de Bravo, en Puntagorda y Morro de Las Nieves, en Santa Cruz de La Palma), casi fondos de barrancos (Domingo Díaz, en Garafía) o barranquillos (Dormitorios, en San Andrés y Sauces), sobre lomos (Pino de La Madera, en El Paso y La Caldereta, en Breña Alta) e incluso en la misma línea del mar (Los Cancajos, en Breña Baja).
En los últimos años, en La Palma se han podido identificar más de una decena de recintos formados por cazoletas comunicadas entre sí por canales en tramas, a veces, complejas; y un número mucho mayor de cazoletas aisladas, en ocasiones combinados con grabados rupestres, lo que favorece la plegaria astral. Su dispersión abarca casi toda la Isla, principalmente en relación a los poblados permanentes de costa.
La aparición de cazoletas o insculturas talladas en afloraciones naturales de piedra o en grandes monolitos, asociadas a yacimientos arqueológicos, abre un abanico cronológico que abarca desde el Musteriense hasta el Renacimiento en el caso de Canarias.
Los investigadores clásicos más prestigiosos las interpretaron asociadas a vulvas femeninas o a animales, con un sentido claro de fertilidad, destinadas a la recogida del agua de lluvia o derramamiento ritual de leche, con un claro sentido purificador/sanador o propiciatorio de precipitaciones. Sin embargo, otra vertiente de hipótesis, que a nosotros nos parecen más interesantes, explica su significado en relación al culto solar, ideogramas lunares/solares o diferentes cosmoglifos.
Nosotros apuntamos hacia la unión de ambas líneas explicativas de vinculación astronómica y sentido de fertilidad en todas sus facetas posibles (vegetal, animal y humana), con la clara idea de evocación de la lluvia y fuente de vida. Todo esto refuerza la medida de una obsesión por la fecundidad que no es otra cosa que el simbolismo de la supervivencia en la idea de acercamiento o culto a los inmortales astros.
Partimos de una realidad ancestral: los hombres y los dioses se asemejan y tienen necesidad los unos de los otros. Los hombres tienen necesidad de la indulgencia de los dioses, y éstos necesitan las ofrendas. Los canales y las cazoletas representan la manifestación más palpable de un mecanismo nacido de una angustia cósmica como es la falta de lluvias que se traduce en la sequía de la tierra y de los pastos. El awara se siente indefenso y perdido en medio de las cosas del mundo externo y dentro de un panorama cósmico amenazado. Al hacer una ofrenda a los dioses, éstos se ven obligados a corresponder con beneficios al hombre.
Perforar la piedra para construir o fabricar cazoletas y canales tiene como modelo ejemplar una vez más la cosmología. Los recintos sagrados reactualizan de un modo ritual la cosmogonía. Los ritmos cósmicos, escribe Mircea Eliade (1994), ponen de manifiesto el orden, la armonía, la permanencia, la fecundidad. La vida es una experiencia religiosa que en caso de extrema necesidad, cuando el desastre procede del cielo (la sequía) o en determinados estados cíclicos, los hombres se vuelven hacia Abora y le imploran mediante una serie de ritos que tienen lugar en estos altares sagrados. El ritual consiste en derramar leche de cabra u oveja y/o agua. Lo ofrecido es el intermediario entre dos términos polares (el hombre y la divinidad). Se trata de una relación de contigüidad entre dos niveles que no están al mismo nivel mediante la magia simpática o magia acuática.
“Una de las referencias a estas fuerzas cósmicas, caracterizada además por su relativamente temprana delineación y concreción en expresiones culturales y cultuales, es la que podemos calificar como sistema ideográfico y mágico-ritual fertilidad-fecundidad-maternidad… Este esquema de la acción de la divina diosa que permite la resurrección de la naturaleza de la muerte-invierno se repite continuamente en los sistemas religiosos del mundo antiguo”.(www.cenit.cult.cu/sites/ revista_islas/pdf/124_04_Manolito.pdf).
Las cazoletas representan el cosmos entrelazado (por canales) con los elementos que lo forman. Las cazoletas parecen el espacio y los canales el tiempo.
Abora debía alimentarse con los mismos alimentos que los humanos y beber agua para aplacar su sed para asegurar la subsistencia divina. En un principio se creía que el sol no volvería a su esplendor total, pues después de esta fecha, los días eran cada vez más cortos. Por esta razón, fogatas y ritos de fuego de toda clase se iniciaban en la víspera del pleno verano para simbolizar el poder del sol y ayudarle a renovar su energía. La relación entre el solsticio de verano y el fuego viene también de lejos. Las sociedades primitivas, al observar como tras esta fecha los días se iban haciendo cada vez más cortos, temían que el sol no recuperase nunca todo su poder, lo que supondría el final del mundo. Por este motivo, en el momento en el que empezaba a declinar el poder solar, se realizaban rituales de renovación, en los que el agua, la leche (fecundidad) y el fuego era el elemento principal, con los que se quería conferir de nuevo poder al sol.
Independientemente de la información que queramos extraer de un elemento material, en este caso cultual, debemos entender que se trata siempre de algo que llega hasta nosotros mediado simbólicamente con un mensaje codificado, está interpretado.
Los awara habían observado que la aparición de los fenómenos cíclicos no era fiable al 100 %, por lo que decidieron inventar una serie de rituales, peticiones y sacrificios a través de los que se le podía exigir a la divinidad que cumpliese con las leyes que había ordenado, y enviase los fenómenos que eran esperados cíclicamente según sus previsiones.
“En efecto, el ciclo diario y anual del sol ha sido para los pueblos tradicionales una prueba de la armonía y complejidad de la máquina del mundo y de su industria constante. El mundo mismo (la máquina) cubierto por el ropaje de la naturaleza, cambiante con las estaciones, no es sino un símbolo del ritmo universal que antecede, constituye y sucede a cualquier manifestación. El misterio del ritmo, expresándose en ciclos y periodos, es la magia que subyace en todo gesto; y la vida del cosmos, su símbolo natural. El sol es, entonces, una de las expresiones más obvias de esa magia; en sus periodos marca con nitidez la regularidad del tiempo, el que procede según su arbitrio. En el año ordena las estaciones y regula los climas y las cosechas, y de su gobierno depende la vida de los hombres. Es por eso el padre, palabra que designa tanto su paternidad omnipotente con respecto a la creación, como limita sus funciones al humanizarlas. Por detrás del astro hay otra energía que lo ha conformado y le ha dado funciones reguladoras que encauzan la vida de los hombres. Lo mismo sucede con los demás astros y estrellas y con las manifestaciones naturales, hasta las más mínimas, lo que constituye un concierto de leyes y una danza de símbolos y analogías en un conjunto perfectamente intercomunicado, en el centro del cual se encuentra el ser humano. El conocimiento de estas relaciones da lugar a la ciencia de los ciclos y los ritmos… con el cual se regían los destinos sociales e individuales” (www.webislam.com/numeros/2001/03_01/ Articulos%2003_01/Redescubrimiento_america.htm).
Basándonos en las estadísticas, el sol más reverenciado, con diferencia aplastante, era el del verano, dando la sensación de que los rituales de derramamiento de leche o agua fueran el alimento que saciara el apetito o la sed de la madre Abora en los momentos de mayor carestía de alimento y de agua. Representaría una ofrenda simbólica de alimentos para simbolizar el poder del sol, ayudarle a renovar su energía y asegurar su renacimiento. Los dioses tenían las mismas necesidades materiales que los hombres, cuyo deber consistía, pues, en asegurar la subsistencia divina. Este hecho presenta una gran afinidad con la adoración de Idafe y el ofrecimiento de comida. En consecuencia, es muy probable que los rituales en los adoratorios de canales y cazoletas se llevaran a cabo durante el solsticio de verano.
Amontonamientos de piedra, grabados rupestres, canales y cazoletas eran importantes claves para el mantenimiento del orden cósmico. Ya que les resultó imposible construir telescopios, los awara utilizaban puntos de referencia posicionados en el horizonte, como un cerro o una montaña, o se basaban en elementos arquitectónicos para llevar la cuenta del movimiento astronómico.
La salida y puesta del Sol -a lo largo de un año y por medio del horizonte- dio a los
antiguos un método adecuado para la elaboración de un calendario anual. El horizonte puede ser utilizado como un medio de calibración tomando como referencia la cima de las montañas, picos o degolladas; es decir, sirven como indicadores de tiempo de la misma manera que podría hacerlo un péndulo. En la siguiente estadística podemos descubrir las orientaciones de los yacimientos de canales y cazoletas de la isla de La Palma. No están todos y algunos de los que creíamos que eran prehispánicos no lo son: La Concepción, La Grama (Breña Alta), Dormitorios Bajos, Pico de La Cruz (San Andrés y Sauces), El Dornajito (Santa Cruz de La Palma), Roque Los Guerra (Villa de Mazo), etc. Son producto de la erosión de la propia naturaleza o el uso constante de lanzas para apoyo:
* 8 yacimientos cuyo soporte va en la dirección en la el sol amanece durante el solsticio de verano (Morro Las Nieves, Barranco Fernando Porto, Barranco Domingo Díaz, Los Cancajos, La Caldereta, Dormitorios, Pino de La Madera I y II).
* 2 yacimientos cuyo soporte va en la dirección en la que el sol se pone durante el solsticio de verano (Montaña de Bravo y El Canal, Puntagorda).
* 2 yacimientos donde los canales y cazoletas se orientan al ocaso del sol durante el solsticio de invierno (Pino de La Madera I y II).

Ver más fotos en http://iruene-la-palma.blogspot.com/

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